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Se ha convertido en un clásico. Y más por estas fechas. El clima de Valladolid. Sobre todo, sus nieblas. Los memes se suceden y algunos monólogos se hacen virales. En Rock FM, el cómico pucelano Álex Clavero nos ha regalado un monólogo divertidísimo sustentado sobre ... todo en la niebla y el frío vallisoletanos. Según Clavero la niebla de Pucela es tan espesa que te puedes apoyar en ella. Una niebla que hacemos con maicena y que nos tiene desorientadísimos. Eso sí, muy bien iluminados. La ciudad mejor iluminada del mundo. Y es que no nos queda otro remedio si queremos vernos. Como él dice, si en Google pones 'niebla' te sale Valladolid antes que el perro de Heidi.
El que haya tanta niebla nos lleva a preguntarnos para qué coño sirven los radares. ¡Si no van a ver nada en la foto! En fin, la niebla de Pucela, todo un clásico. A otro cómico de la casa, J. J. Vaquero, le hemos oído decir que la niebla aquí es tan espesa que se puede untar en pan. Él descubrió que la expresión 'bancos de niebla' es porque te puedes sentar en ellos a esperar. Este cachondeo con el clima pucelano viene de lejos. No podemos olvidarnos del estadio de la pulmonía. O cómo estuvimos a punto de criogenizar al Borbón en una final de la Copa del Rey.
Luego está Pingüinos. Que, por cierto, todavía están buscando al cachondo al que se le ocurrió hacer una concentración motera con acampada en enero. Cuando el hombre del tiempo dice que continúa la situación anticiclónica y los cielos despejados en toda España, sabemos que aquí habrá niebla. Un amigo canario pidió en la farmacia algo para protegerse del sol y le dieron un billete de avión para Valladolid (por cierto, el avión no pudo aterrizar por la niebla). El otro día subí a la azotea y supe lo que sienten los alpinistas al ascender un ochomil. Ese mismo día vi en un bar a un caminante blanco pedirse unas sopas de ajo para ver si entraba en calor.
Pues eso, que aquí a veces tenemos más frío que los tobillos de un hípster, pero nada nuevo bajo el sol (cuando lo vemos). Es solo el invierno aunque ahora lo llamen ola de frío siberiano (o como decimos por aquí, «parece que refresca»). En fin, me mandan una escala de temperatura muy peculiar. En el último punto de dicha escala, a 273 grados bajo cero, cuando las moléculas dejan de moverse y los rusos empiezan a lamer el vodka congelado, es cuando los pucelanos se levantan de las mesas de la terraza y se meten dentro del bar. Pues eso, nos vemos en los bares. Si es que podemos vernos.
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