El PSOE, el de aquí, es un auténtico parque de atracciones. Un planazo. Y no le falta de nada. Desde la puerta de entrada lo suyo es un frenesí de sensaciones, imposibles de imaginar a la hora de acceder al interior.
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Pero el espectáculo, el ... verdadero espectáculo, se encuentra en el escenario principal, una especie de circo en el que se pueden apreciar todo tipo de números que parecen sacados de un truco de magia.
Allí actúan los payasos justicieros, el hombre orquesta, el equilibrista, un tipo alto y delgado que doma leones e incluso sale a escena un espeluznante número en el que el hermano gemelo del domador de leones detiene una bala con sus dientes. Es alucinante.
Psoelandia ya era una 'troupe' fascinante de por sí, pero ahora todo se ha multiplicado por las peleas en los camerinos. A saber. A los payasos ya no les hace gracia absolutamente nada, los leones tienen depresión, el hombre orquesta desafina y el equilibrista tiene vértigo.
El único número que sigue en pie tiene pólvora. El jefe del circo dispara sobre uno de sus empleados y este, todo un campeón, se merienda cada bala que le llega a una velocidad endiablada.
Mientras el circo se hunde, el público sigue acudiendo en masa a ver el duelo entre estos dos fenómenos. Y uno cada vez dispara más balas y el otro cada vez las muerde a mayor velocidad, como si fueran plastilina.
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Pesoelandia ha reducido todo lo que era, aquel maravilloso mundo del entretenimiento, a un duelo entre dos, al resultado final de esa bala que con descaro dispara uno de los actores sobre su teórico compañero con la esperanza quizá, de que exista un día en el que el mordisco falle y la bala le penetre hasta la nuca. Vamos, el espectáculo es total.
Como en la vida real Pesoelancia se ha convertido en un negocio caótico mientras la última bala surca el aire en busca de premio.
A eso hemos llegado. En eso se ha convertido la política, dos tipos de la misma familia enfrentados a unos metros de distancia. En León, en la Psoelandia leonesa, la pólvora y el arma estaban en la mano de Javier Cendón, su secretario general a nivel provincial, y él tenía la decisión de apretar el gatillo o no hacerlo.
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Puedo evitarlo para, quizá, empezar a recomponer las piezas de un circo que se hunde a su lado con aparente indiferencia. Pero no lo hizo. Siempre, seguro, es más fácil disparar.
Esta vez, sin embargo, la diana en la frente de José Antonio Diez terminó en un nuevo mordisco a la bala. Es la tercera que se le queda entre los dientes al alcalde de León. No es persistente sino terco, quien conociendo el desenlace, insiste en percutir un disparo que altera y a nada conduce.
Javier Cendón, como en Psoelandia, lo único que ha conseguido es que todos los asistentes al espectáculo se hayan convertido hoy en fans del tipo de la dentadura reluciente. Para ellos, ya es como un dios.
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Ahora queda por conocer el desenlace en la Psoelandia leonesa. Cendón ya ha agotado sus balas y José Antonio Diez, entronizado, tendrá que decidir si le escupe las balas a la cara o simplemente se apunta a nuevos espectáculos para revivir el moribundo parque temático.
León tiene un nuevo líder urbano, y eso es indudable; de cómo canalice tanto respaldo dependerá su propio futuro. Reinar por aclamación es una mochila muy pesada. Tan pesada que seguramente es ahora cuando deberá afrontar los retos más complicados.
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Así está el PSOE leonés, tan entretenido como siempre. Bueno, es Psoelandia. Pasen y vean.
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