El Partido Popular afrontó la pandemia con la convicción tácita, pero visible, de que aquella gran contrariedad pondría en serias dificultades al Gobierno, lo que le facilitaría un acceso más fácil y rápido a la alternancia y al poder, pero no parece que este sea ... precisamente el sentido de la historia. El Gobierno, que tuvo que improvisar como todos los gobiernos afectados por aquella atroz acometida, puso en marcha los escasos recursos de que disponía la sanidad pública española (una deficiencia que tiene muchos padres) y se enfrentó a la pandemia con sobriedad y resolución, de la mano de dos personas que han transmitido seriedad y profesionalidad a la gente perpleja, el ministro Salvador Illa y el médico funcionario Fernando Simón.
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Las encuestas, todavía escasas, indican que el Gobierno cotiza al alza, en tanto el PP conseguiría arrancar votos a Vox por su derecha pero los perdería por la izquierda ante una recuperación discreta de Ciudadanos. Casado, que no ha tenido el menor gesto de 'grandeur' durante la fase más aguda del drama y que escuda sus inseguridades en la agraz dialéctica de Álvarez de Toledo, no ha aportado soluciones a la ciudadanía expectante y ha pretendido que los jueces censurasen la labor del adversario. El intento de procesar al delegado del Gobierno en Madrid por haber permitido expansiones de la sociedad civil cuando se aproximaba la pandemia ha resultado de momento fallido; y es evidente que la justicia se niega a abrir una causa general al Gobierno por la covid-19: ni los jueces de instrucción de Madrid ni el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía han admitido a trámite de momento denuncias, a la vez que la Fiscalía mantiene sistemáticamente la actitud de no apoyar «investigaciones prospectivas» por la gestión sanitaria. Hoy Casado podría apoyar la convalidación del decreto de normalidad, pero no remediará las carencias de su ejecutoria hasta aquí.
Pero lo más comprometido para Casado está por venir: las elecciones autonómicas del día 12 de julio en Galicia y en Euskadi le someterán a un minucioso examen, en el que será muy difícil que logre escapar de la contradicción que le embarga. Como se ha destacado, Alberto Núñez Feijóo y Carlos Iturgaiz, aspirantes populares a las respectivas presidencias, son dos personajes antagónicos. Para diferenciarlos, un periódico catalán reproducía sendas frases recientísimas de ambos: mientras Feijóo se expresaba sobre la gestión de la crisis en estos términos: «Agradezco la colaboración y el diálogo que ha habido en la mayoría de los momentos, y reconozco el esfuerzo del Gobierno central, con aciertos y con errores, acuerdos y diferencias», Iturgaiz aseguraba que «lo que pretende Pedro Sánchez con los comunistas bolivarianos, los golpistas catalanes y los batasunos es cargarse el régimen constitucional y la monarquía parlamentaria».
En otras palabras, mientras Feijóo representa a la derecha templada, cercana al talante de Rajoy, Iturgaiz, todavía furibundo y enardecido enemigo de ETA y del mundo abertzale, es un anacronismo que emana de los tiempos de Aznar, y que hoy engarza a la perfección con la actitud irascible de Álvarez de Toledo. Todo ello con la particularidad de que para colocar a Iturgaiz, Casado tuvo que laminar a Alfonso Alonso, también un moderado del talante de Feijóo. Para que no haya dudas, Iturgaiz declaró poco después de ser señalado por el dedo de Casado que «los que se fueron a Vox estarán ahora muy cómodos votando a la coalición PP-Ciudadanos». Con coalición y todo, el CIS le da a la candidatura de Iturgaiz el 2,4% de los votos
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Así las cosas, si sucede lo que más probable parece, que Feijóo consiga mantener la mayoría absoluta en tanto Iturgaiz termina de arruinar al PP vasco, Casado quedará en una posición muy comprometida, ya que el líder victorioso que mantiene el pabellón del partido en Galicia seguirá siendo visto como referente por una gran parte del PP, en tanto Casado habrá sido humillado en Euskadi, tras el naufragio de su candidato especial. Feijóo siempre ha declinado presentarse como hipotético candidato del PP estatal, pero es posible que, si las cosas discurren de este modo, esta vez las presiones para que acepte tal responsabilidad le resulten insuperables.
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