11 de julio de 2017, día de calor, vacaciones de niños, risas en el parque y bocadillos de calle. Un pediatra del Hospital Campo Grande alerta a los Servicios Sociales sobre la situación de la pequeña Sara, de cuatro años. Piensa, aconsejado por una compañera forense, que puede estar sufriendo maltrato físico debido al número y distribución de las lesiones que descubre en su pequeño cuerpo. Se activa el protocolo.
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12 de julio. La madre de Sara es interrogada por unos agentes de la Policía sobre las lesiones de la niña. Ella dice que fue su padre biológico el que la maltrató, pero que ya no está en España. Oculta que convive desde hace un par de meses con una nueva pareja. El protocolo se mete en un sobre: envío ordinario.
16 de julio. El tío de Sara lleva a esta al centro de salud de Íscar y más tarde al Hospital Campo Grande por una dolorosa lesión en la mano, ya que la paridora no había querido que la viera un médico y atribuía sus lesiones a que era una niña muy inquieta. El protocolo sigue activo, pero nadie sabe dónde.
21 de julio. La Fiscalía de Menores remite el caso a los Servicios Sociales. La madre pone excusas de trabajo, que coincide con horarios de funcionarios, y a las tres en punto se olvidan heridas, llantos y agresiones. Servicios fuera de servicio.
28 de julio. De nuevo el tío de Sara, cuando va a visitarla, se alerta al observar que tiene un enorme golpe en la sien. El novio de la madre suelta una disculpa. La paridora también. El tío discute con Davinia y Roberto (madre y novio), porque no quieren llevarla al médico y sale del domicilio en busca de otra de sus hermanas. Cuando vuelven, nadie abre la puerta a pesar de quedarse allí durante horas. Su preocupación les hace dar aviso a los Servicios Sociales y a la Policía Nacional. El protocolo, en paradero desconocido.
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2 de agosto. Un operativo del 112 acude al domicilio de la niña. El novio de la madre había llamado a emergencias porque Sara había dejado de respirar. El protocolo, de vacaciones estivales. Cristina, la enfermera que atiende a la pequeña, observa que está totalmente amoratada y que las uñas de sus deditos de niña se encuentran medio desprendidas y ensangrentadas. Un examen posterior detallaría que entre ellas se encontraba piel de Roberto. Llamada a la Policía.
3 de agosto, día de sol de veranos infantiles. El cuerpecito de Sara no soporta tantos horrores y se queda frío para siempre a pesar del calor. La autopsia revela lesiones y violación anal y vaginal. Ya no hay risas, ni vacaciones, ni niña. Cuatro años y una madre, como poco, indolente. Se cierra por derribo el parque de los juegos y las madres paridoras se enfrentan a la incredulidad y al pasmo de las madres buenas. Davinia y Roberto son detenidos.
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Presente mayo. Están en el banquillo. Se juzga su implicación en la muerte de Sara. ¿Quién juzga la incompetencia? Como siempre, lamentar no es suficiente.
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