A propósito de las patentes
«Saber si la suspensión de las patentes de las vacunas de la covid contribuiría a una mayor producción y acceso es una cosa. Atreverse a hacerlo, es otra»
alfonso carvajal
Miércoles, 15 de diciembre 2021, 08:26
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alfonso carvajal
Miércoles, 15 de diciembre 2021, 08:26
Voces destacadas han abogado por la suspensión temporal de las patentes de las vacunas frente a la covid. La administración Biden y el mismo presidente Pedro Sánchez en su alocución en Naciones Unidas están entre esas voces, se suman así a la iniciativa que abanderan ... la India y Sudáfrica, grandes productores de medicamentos, y que han suscrito otros países y organizaciones. Nada ha ocurrido al respecto.
Las vacunas frente a la covid o frente a otras enfermedades son bienes, como el resto de los medicamentos; para entendernos, mercancías como cualquier otra. Cierto que parecen diferentes pues se usan para reponer la salud dañada y la salud es lo primero. Pero no. En la sociedad de libre mercado –se insiste– los medicamentos son no más que mercancías, como una minipimer, el pequeño electrodoméstico. Ambos bienes sometidos a las leyes del comercio, incluida la protección por patentes. La prueba de ello es que hay medicamentos donde hay mercado; es decir, expectativas de ganancia. Los países pobres no disponen de estos bienes, o escasean. La puesta a punto de un nuevo medicamento recorre un largo camino con fases establecidas. Por mencionar lo básico y previo, sería necesario conocer en profundidad la enfermedad en cuestión; esto permitirá encontrar nuevas dianas en donde actuar. Vendría luego la elección de sustancias con utilidad potencial para prevenir, paliar o curar la enfermedad; su valoración en modelos biológicos in vitro y en animales de laboratorio. Estos estudios y valoraciones constituirían la parte preclínica. Seguirían después los ensayos en humanos. Las consabidas fases de la investigación clínica. Valoración en voluntarios sanos y a continuación en pacientes que tengan la enfermedad en cuestión. Si todo fuera bien –un exiguo número logra superar estas pruebas–, el producto saldría al mercado tras su aprobación y sería utilizado por miles o millones de personas, dependiendo de su indicación. Comenzará entonces un seguimiento del producto que se prolongará durante su vida útil para saber qué ocurre en la práctica habitual, fuera de los circuitos experimentales. Incluso en esa etapa, después de su aprobación, pudieran aparecer problemas imprevistos, algunos tan graves que obligarían a su retirada; no es lo común, pero ocurre a veces. No por nada se dice que los medicamentos salen al mercado «en libertad provisional».
Las patentes se crearon para defender la invención y recompensar por un tiempo determinado el esfuerzo y gasto realizados. Tienen una larga historia. El problema aparece cuando el medicamento como suele ser el caso es el resultado de un esfuerzo múltiple cuya autoría se diluye en esa diversidad de actores que intervienen en su larga marcha hacia el mercado; quedaría aquí un tanto diluida la figura del inventor. Un producto farmacéutico, una vacuna –por acercarnos a lo nuestro–, se presenta asociada al laboratorio farmacéutico que lo comercializa: esta asociación se entenderá como paternidad del producto. Pudiera ser, o incluso haber sido. No es lo común en la actualidad. Piénsese en una enfermedad, es estudiada por grupos de investigación en universidades u otros centros de investigación diseminados por el mundo y financiados en gran medida con fondos públicos; los hallazgos en este campo no suelen estar sometidos a protección por patentes, se hace esa investigación de manera 'abierta'. Es conocido el intento fallido de patentar genes, una extravagancia. Se entiende pues que esta actividad investigadora sobre la enfermedad es previa, necesaria y no sometida a patentes. Con estas premisas, no hay duda de que cualquiera de los productos terapéuticos que se desarrollase sería beneficiario de esa investigación previa. Reparemos en los productos mismos, su identificación y valoración. Suele hacerse cada vez con más frecuencia por grupos punteros vinculados con los centros de investigación de que se ha hablado. Serían los verdaderos inventores. Fijémonos, por su actualidad, en la vacuna de Pfizer. Esta vacuna que se suele decir de Pfizer no es en puridad de Pfizer, sino más bien de BioNTech, una compañía de biotecnología radicada en Alemania y fundada por una pareja de investigadores de origen turco. Se puede hurgar más en esto. La técnica del ARN mensajero, que utilizan esta y otras vacunas, fue desarrollada y patentada hace tiempo en la Universidad de Pensilvania por Katalin Karikó, la verdadera heroína de la historia. Karikó, nacida en Bulgaria, patentó como decimos la técnica, más tarde cedió sus derechos a una empresa intermediaria y de esta pasaron a otras, entre ellas BioNTech, y al final en la sucesión de acuerdos fraguados entró la industria, Pfizer, que completó su desarrollo, llevó a cabo los ensayos clínicos, la fabricó a gran escala y la comercializó, sus puntos fuertes. Habría más. Ese ARN mensajero, su principio activo, debe llegar a las células para ejercer su acción. Una forma nueva de administración lo permite, las nanopartículas de lípidos sólidos; estas formas sofisticadas están sometidas de igual manera a patentes y transferencias. Aparte de estos elementos de los que se habla y de otros, hay procesos involucrados en la obtención y puesta a punto de esta vacuna y de otras que tienen que ver con la estabilidad de la dilución, el envasado y la conservación y que están al igual, o pueden estarlo, protegidos por patentes o secretos comerciales. Una maraña de la que hay constancia.
Así pues, se hablará con más propiedad de invención para el esfuerzo investigador de estos grupos periféricos; y de innovación para el otro esfuerzo de puesta a punto final y comercialización que hace la industria. Se ha otorgado el premio máximo de investigación en España a siete investigadores destacados, los 'siete magníficos' les llaman; entre ellos está Katalin Karikó. Su trabajo ha permitido disponer de las vacunas frente a esta covid que nos asola. Vean sus credenciales, ninguno trabaja en la gran industria.
No sobra repasar el trasfondo de la invención. Por lo tocante a las patentes, la ley contempla la posibilidad de suprimirlas en caso de emergencia sanitaria, se hizo en Sudáfrica con ocasión del sida. Saber si la suspensión de las patentes de las vacunas de la covid contribuiría a una mayor producción y acceso es una cosa. Está en debate. Atreverse a hacerlo, es otra.
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