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¿Progresista o facha?
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«Aquellos que en una ocasión, o en muchas, votaron al PSOE y ahora se sienten desencantados de su deriva política, han de saber que la flaqueza de sus sentimientos les convierte en fachas irrdentos»Secciones
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«Aquellos que en una ocasión, o en muchas, votaron al PSOE y ahora se sienten desencantados de su deriva política, han de saber que la flaqueza de sus sentimientos les convierte en fachas irrdentos»Si cuenta las horas para ver a Carles Puigdemont pisando nuevamente las Ramblas barcelonesas, disfrutando de libertad plena, habida cuenta de que la sedición ya no es delito, enhorabuena, es usted un progresista de libro. Lo mismo cabe decirle si se alegra de que los ... politicos que han metido la mano en la caja para favorecer a su partido, o con el fin de organizar referendos ilegales, vean capitidisminuido el delito de malversación por el que fueron juzgados y condenados. No digamos nada si siente un inconmensurable placer en los extremos de la 'ley trans' referidos a que los niños, las niñas y les niñes de 16 años no precisen autorización judicial ni paterna para cambiar de sexo, con las consecuencias irreversibles que ello plantea. Pero sigamos, porque es probable que sea partidario de nombrar a los magistrados del Tribunal Constitucional, del Supremo o del Consejo General del Poder Judicial, en función de sus afinidades políticas siempre que sean de izquierdas, en ese caso, permítame que le diga que es usted un progresista 'avant la lettre' y que ha encontrado en Pedro Sánchez al líder que siempre había buscado.
Por el contrario, aquellos que en una ocasión, o en muchas, votaron al PSOE y ahora se sienten desencantados de su deriva politica, han de saber que la flaqueza de sus sentimientos les convierte de inmediato en fachas irredentos, fascistas en ciernes y ultraderechistas sin redención posible. Si eso ocurre, no se preocupen en exceso porque Felipe González, Alfonso Guerra y la practica totalidad de los gobiernos socialistas, hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero, también son tachados de peligrosos derechistas cuando no de seniles y pasados de rosca.
Este es el panorama que tenemos en este bendito país. O se está con Sánchez, Yolanda, Belarra, Montero, Junqueras, Otegi y demás compadres, o se es tachado de miembro de la caverna, contrario al progreso de España y a su avance democrático. Aquí, señores, no cabe la discrepancia razonada y razonable. El espantajo de «las derechas», así en plural, sale a relucir cada día por boca de algunos estólidos a los que les pagamos el sueldo para que no paren de decir melonadas desde su escaño o en la misma calle. Pedro Sánchez es para ellos como el reverendo de la secta Moon. Todos sus deseos, pensados en su propio beneficio, son defendidos de inmediato por un corifeo de acólitos, algunos de ellos sin oficio ni beneficio, que confunden intencionadamente la legítima y saludable discrepancia con la involución y también la velocidad con el tocino. Este gobierno, tan profundamente feminista, ecologista, progresista y atrevido, ha errado al profundizar en la división social y en la aproximación a un territorio político que no es en el que se sienten legitimados tantos ciudadanos que se consideran partidarios de progresar en conjunto y ahora se ven tachados poco menos que de profundos reaccionarios. No es así como se construye un país ni la forma en que se consigue cohesionar a la sociedad.
En el planteamiento presidencial hay un punto de irresponsabilidad que no puede conjurarse con el riego por aspersión de la descalificación ideológica de todos aquellos que no comulgan con sus, a veces, peregrinas, ideas. Hay decisiones de los últimos tiempos que lejos de suponer un avance constituyen un retroceso que pagaremos algún día. Por ejemplo, cuando veamos a malversadores salir de las cárceles al igual que han sido liberados o rebajados de pena muchos delincuentes sexuales con la aplicación de la ley del 'solo sí es sí'. Una curiosa forma de progresismo, sin duda.
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