En la mitología griega, Procustes, también conocido como 'el estirador', era un bandido que tenía su casa en las colinas de Ática, donde ofrecía posada al viajero solitario. Allí lo invitaba a tumbarse en una cama de hierro hasta que dormían plácidamente; después, a ... través de un despiadado mecanismo y tras atarlos y amordazarlos, si eran pequeños, los estiraba mediante un potro y terminaba descoyuntándolos, o si eran altos, para que se adaptaran al lecho, serraba todas las partes de su cuerpo que sobresalían. Este mito constituye una certera metáfora del pensamiento único que se nos está tratando de imponer desde algunas organizaciones LGTBI al albur de los vientos totalitarios que desde hace algunos años corren por nuestras instituciones europeas, eso sí, siempre con ropajes de respeto y tolerancia muy del gusto de las nuevas dictaduras 4.0.
El final del pasado año 2019 nos dejó un sobrecogedor discurso leído en el parlamento extremeño por un menor que se presentó como una niña transexual de 8 años, durante el IV Pleno Escolar contra el Bullying por la LGTBIfobia. El vídeo con las palabras de Elsa se ha compartido miles de veces a través de la cuenta de Twitter del parlamento de Extremadura. La historia se remonta al año 2014, cuando el menor tenía tan solo 4 años y su madre intervino en el I Pleno contra el Bullying LGBTIfóbico, donde dijo lo siguiente: «Mi niña no ha sufrido ningún tipo de acoso. Ojalá ella pueda vivir en un mundo sin odio».
Ese día ni Usted ni yo nos enteramos de la noticia, ya que prácticamente no tuvo impacto mediático. En una entrevista posterior, esa misma madre argumentaba que tras meditarlo mucho, había tomado la decisión de apoyar a su hijo en su intención de transformarse en una niña 'trans', simplemente porque: «Elsa era quien lo había reclamado». Insisto en que este pequeño por aquel entonces tenía tan solo 4 añitos.
No pongo en duda la buena intención de esta madre en la búsqueda de la felicidad de su hijo, pero se da la casualidad de que desde el principio de esta historia está detrás la sección extremeña de la Fundación Triángulo, entidad organizadora del evento institucional en el que ha intervenido el menor. Se trata de una asociación vinculada al lobby gay y que también esta fuertemente arraigada en Castilla y León. Se da también la casualidad de que en el pueblo de Elsa, Arroyo de San Serván (Badajoz), esta Fundación se ha hinchado a dar charlas y talleres en los colegios e institutos que –por si no lo sabían– no son gratuitos. Es más, somos Usted y yo los que pagamos la fiesta a través de las subvenciones que salen de los impuestos que nos cobran los ayuntamientos.
Si se molestan en buscar esta noticia en 'el diario.es', verán cómo en el faldón de la misma Usted es invitado a hacerse socio de ese diario aportando 60 euros anuales, para lo cual se le anima con esta nota que dice lo siguiente: «La discriminación por preferencias e identidades sexuales sigue existiendo. Nuestra labor como servicio público consiste en denunciar lo que sigue fallando dentro y fuera de las instituciones públicas y en reflejar la diversidad de nuestra sociedad. Apóyanos haciéndote socio».
Es decir que al final del día se utiliza como reclamo emocional a un menor al que se saca del patio del colegio donde debía estar jugando junto con sus compañeros de clase, y se le pone debajo de focos para hacerle leer un discurso en el que termina suplicando ante una embelesa masa de políticos –que jamás utilizarían así a sus propios hijos– que por favor no se le prive de su felicidad, que no cedan ante las amenazas y continúen legislando a favor de los intereses del lobby que lo ha llevado a esa tribuna. Pobre niño. Pero lo más grave es que una institución como el parlamento de Extremadura se preste a un hecho tan bochornoso, donde se busca el impacto social y mediático instrumentalizando políticamente a un menor.
No sé si el Defensor del Menor ha iniciado alguna actuación tras este hecho, pero sí sé que la Convención de los Derechos del Niño en su Preámbulo establece que el niño (menor de 18 años) «por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento». Y francamente a este menor no se le ha protegido en absoluto.
Deseo con todas mis fuerzas que Elsa pueda ser feliz en el camino que libremente elija cuando tenga la madurez suficiente, bajo la tutela exclusiva y sin injerencias de sus padres. Entretanto, que por favor dejen que cualquier menor disfrute felizmente de su infancia. Ojalá este suceso haya quedado ya olvido y nunca más se vuelva a repetir un hecho tan vergonzoso. Al final, el mito que les contaba, Procrustes, terminó siendo víctima de su propio invento a manos del gran héroe Teseo. Yo personalmente no deseo la derrota de nadie, me conformo con que los señores de la Fundación Triángulo dejen a nuestros hijos desarrollarse en paz, jugando en el patio del colegio con sus amigos. ¿Nuestra infancia fue así? Me pregunto ¿Por qué en un país tolerante y plural, como es España, los menores del 2020 ya no pueden tener ese derecho sagrado a jugar tranquilamente?
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