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Una persna pasa delante de un cartel en París con la imagen de los diibujantes asesinados. Efe
Proceso a Mahoma

Proceso a Mahoma

Nadie pone en duda la dimensión histórica de este proceso y su trascendencia en la sociedad francesa, agitada por una profunda y permanente convulsión social

Agustín Remesal

Valladolid

Domingo, 6 de septiembre 2020, 08:40

Los tribunales de justicia franceses no son proclives a dar publicidad a cuanto se escucha y se ve en la sala de audiencias. Revestido con la alta autoridad que muestra su indumentaria, el juez exige el más estricto silencio al público e impone su veto ... a los micrófonos y las cámaras. Solamente los dibujantes acreditados pueden reproducir, en dibujo o acuarela, la imagen inviolable de los protagonistas: magistrados, fiscales, abogados de la defensa, acusados y testigos. Este reglamento estricto tiene una excepción cuando el caso a juzgar reclama la mayor atención ciudadana y abre un encendido debate acerca de los principios republicanos. Las cámaras de televisión entraron en la sala de audiencias de Lyon cuando se juzgó en 1987 a Klaus Barbie, el jefe nazi que torturó a decenas de prisioneros franceses de la Gestapo y envió a miles de judíos a los campos de exterminio. Cuando la historia reclama ser recordada, la justicia ignora transitoriamente su ceguera y las cámaras de televisión entran en la sala de la audiencia, esta vez para grabar la memoria del proceso que juzga a los asesinos de los diez dibujantes y redactores del semanario satírico Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, y de otras siete personas víctimas de los kalachnikov en los tres escenarios de la tragedia.

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