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El jefe Opinión de El Confidencial, Esteban Hernández, arrancaba así uno de sus últimos artículos: «Las elecciones se ganan por muchos factores, pero uno de ellos, muy relevante, es el grado de conocimiento que los partidos tienen de la sociedad a la que se dirigen, ... así como su capacidad para identificar sus aspiraciones y sus preocupaciones». Tiene razón. Yo creo que Pedro Sánchez conoce la sociedad española, sus aspiraciones y preocupaciones, mejor que ningún otro líder político. Pero sobre todo, ha demostrado una capacidad extraordinaria para rentabilizar electoralmente las «aspiraciones y preocupaciones» que detecta en la sociedad española. En ese contexto es en el que cabe analizar lo que hace, lo que dice y lo que se comprueba que tiene todo el sentido -electoral, me refiero- que haga y diga, a la luz de lo que refleja la parte más aséptica de los estudios del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), la que no tiene que ver con la intención de voto. Tomemos, por ejemplo, dos hechos recientes: su última intervención en el Congreso de los Diputados, de este martes, y la subida de las pensiones conforme al IPC, en más de un 8%. Respecto del primero, su discurso fue netamente económico: bajada del IVA, subvenciones al transporte público, subida del SMI, medidas contra los precios de la energía, cambios para la contratación de indefinidos, etcétera. No pudo añadir el dato de crecimiento del PIB durante 2022, conocido el viernes: un 5,5%. Respecto del segundo, no hay día en el que él, alguien de su gabinete o cualquier dirigente socialista no recuerde que la subida en los ingresos para los pensionistas equivale a una paga extra más. En el caso de Castilla y León, inyectará 60 millones de euros nuevos mensuales a través de las nóminas de, cuidado, uno de cada cuatro ciudadanos de la comunidad.
Su discurso es el de la agenda social y la economía, mucha economía, casi todo economía… La pela. Su acción de gobierno y postura electoral se formulan como propuestas para una comunidad de consumidores, trabajadores, jubilados, parados, profesionales, no de ciudadanos. ¿Cómo contrasta esa pragmática con las aspiraciones de la gente y sus preocupaciones? Perfectamente. Vayamos, como decía antes, al CIS, al barómetro de enero, y comprobemos qué muestra esta encuesta sobre una muestra de 3.961 personas. Pregunta 7: ¿Cuál es el problema que a usted personalmente le afecta más? Para una cuarta parte de los consultados, el primer problema que le afecta es la crisis económica y los problemas de índole económica. Seis de los doce problemas más mencionados como principal son de tipo económico: paro, tarifas energéticas, calidad del empleo… Apenas para un 4% de los entrevistados el primero de sus problemas es de tipo político, en general. Por eso cuando el PP lo da todo para explicar en Cádiz un montón de importantes medidas de regeneración democrática o de otra naturaleza, como que gobierne el partido más votado, muchas muy necesarias por cierto, a Pedro Sánchez y el PSOE les entra la risa floja. Nada es comparable, en términos de estímulo electoral, como subir salarios a funcionarios o dar otra paga a los pensionistas. Pedro Sánchez, un figura, se permite el lujo de cambiar el Código Penal a la medida de los delincuentes del Procés o dejar que una reforma legislativa facilite la salida de la cárcel de condenados por violencia machista. Sin pestañear.
Volvamos al estudio del CIS y comprobemos algunas cosas que dicen los 937 pensionistas, cifra nada desdeñable, que participaron en él. Tengamos en cuenta que la población mayor de 60 años -o sea, pensionistas o a punto de serlo- es un tercio del censo electoral a escala nacional y un 40% en Castilla y León -en las elecciones de 2019 fueron 850.000 de los 2.110.000 llamados a votar-. Un 77% de esas 937 personas, según el CIS, dicen que votarían seguro si mañana hubiese elecciones generales. Forman el segmento socioeconómico de población que más certeza tiene de que depositaría su papeleta en las urnas. Pero también son los que más claro tienen su voto con mucha antelación, un 72%. En su autodefinición ideológica, un 57% se sitúa en el centro izquierda, aunque la media general es algo mayor, del 63%. Y son, junto a los parados, los que mejor nota media conceden a Pedro Sánchez, un 4,66. A Feijóo lo puntúan casi igual, con un 4,56, pero hay otros cuatro segmentos (directivos, agricultores, inactivos y militares y cuerpos de seguridad) que lo valoran mejor que los pensionistas. Dicho lo cual, ¿algún dato más que explique el impacto electoral que puede llegar a tener la subida de las pensiones? ¿Caben dudas de qué deberían hacer los candidatos y cuadros de otros partidos, sobre todo del PP, para plantarle cara en las urnas? Sin entrar a valorar la responsabilidad por las consecuencias a medio y largo plazo de unas acciones u otras, tanto para el horizonte económico como institucional, es evidente que el debate del bolsillo sigue siendo decisivo y es precisamente en ese terreno donde Sánchez continúa por delante de los acontecimientos, coherente con las «aspiraciones y preocupaciones» personales de la gente. Los votantes, para bien o para mal, en modo alguno situamos el foco en la crisis judicial ni política ni democrática ni ética ni de valores, sino en la económica. En la pela.
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