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El «régimen del 78», a pesar de que Pablo Iglesias ya lo tenía prácticamente enterrado, demostró el domingo que aun le queda cuerda para rato. Las urnas no validaron, ni de lejos, esa reconstrucción constitucional diseñada desde algún laboratorio de la facultad de Ciencias Políticas. ... No hay masa crítica, ni voluntad política en las urnas, para someter a la nación al electrochoque de una nueva transición. Los españoles no confían en la política de diseño constitucional para solventar la insurrección separatista en Cataluña. El triunfo socialista tanto en las generales como en el 'super-domingo' de mayo resulta seriamente condicionado por un contrapeso desde el centro a la derecha más patriótica que le impide soñar con abrir el melón constitucional. El severo correctivo a la izquierda podemita que maneja con desahogo los conceptos de presos políticos, derecho a decidir, referéndum territorial, indica que la mayoría no avala un borrón y cuenta nueva. Al contrario. Las urnas han diseñado un mapa que invita al reencuentro y al consenso desde varios flancos del abanico parlamentario. Con algunas excepciones puntuales, los resultados del 26 de mayo parecen alentar a los partidos desde el corazón sociológico de España a recuperar la transversalidad. A firmar un armisticio entre las dos Españas. A reconstruir la tercera vía. Podría decirse que los votantes concedieron a Sánchez un triunfo limitado porque recortando el alcance del poder de Podemos le obliga a mirar a la derecha. Y a la derecha le indica, estrechando su terreno para posibilitar a cuentagotas la repetición de la vía andaluza, que puede haber llegado el momento de empujar y reconducir al PSOE de Sánchez hacia la confluencia con el constitucionalismo para rebajar la fiebre identitaria. Al lehendakari Iñigo Urkullu, que ha liderado con perfil bajo un triunfo incontestable del PNV más lejos del monte que se recuerda, le gusta manejar la metáfora de las «luces largas» como indicativo de una gestión de gobierno alejada del cortoplacismo. La alegoría puede servir para ilustrar la opción más constructiva que se pueden plantear los grandes bloques de izquierda y derecha que han arrojado las urnas después de una traumática moción de censura. Las luces cortas de las que son partidarios importantes sectores tanto en el bloque de izquierda como en el bloque de derecha suponen desdeñar cualquier acuerdo de gobierno o investidura entre PSOE y Ciudadanos. Y las luces largas, rompiendo compartimentos estancos y cordones sanitarios entre bandos, las avala una minoría aunque influyente dentro de ambos partidos. Pero España no se puede simplificar en la del blanco o negro o de los que quieren futuro y los que añoran el pasado. Los mantras electoralistas solo sirven para titular el mitin de turno. Y los vetos sicilianos al otro decaen cuando hablan las urnas. Es comprensible el vértigo de las fuerzas políticas a pactos con el diferente porque la sombra del abrazo del oso es un clásico del manual político. Pero sin ir más lejos, Ciudadanos, que ha practicado con frecuencia el juego de la bisagra en direcciones contrarias, no puede lamentarse demasiado. Es cierto que no ha conseguido superar al PP pero en compensación es la única fuerza de las nacionales que elección tras elección resulta premiada en las urnas. El talante constructivo y las luces largas al final tienen recompensa. Puede haber llegado la época del deshielo.
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