Prevenir incendios
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Cuando el fuego se propaga por la acción humana, directa o remota, las políticas públicas deben preservar el terreno que necesita la vidaLos incendios que esta segunda ola de calor del verano ha desatado en toda la geografía española, generando eventos fuera de control en Castilla y León, Extremadura, Galicia o Cataluña, exige la adopción de medidas preventivas por parte de las administraciones concernidas ante un desastre ... que se reproducirá a cada poco. Un invierno y una primavera secos, un primer mes de verano entre naranja y rojo por altas temperaturas en hasta cuarenta provincias y el riesgo de que se sucedan más olas de calor durante un 2022 en sequía ponen al límite los medios disponibles para atajar el fuego.
Hasta la regla de más de 30 grados de temperatura, más de 30 km/h de velocidad del viento y menos de un 30% de humedad como señal de alarma puede verse desbordada cuando amplias extensiones de bosque y matorral se mantienen durante días sin alcanzar esos parámetros de peligro, pero con máximas superiores a los 40 grados; cuando el fuego alcanza a núcleos urbanos y casas habitadas u obliga a desalojarlos.
La noticia de un brigadista y un pastor muertos en su quehacer y las imágenes de un convoy de tren rodeado por llamas en Zamora son reveladoras de la emergencia. Ver la Sierra de la Culebra calcinada, contemplar Las Hurdes y las Batuecas como pasto del fuego o calcular los años que deberán transcurrir para que se recupere Monfragüe exigen mucho más que imputar lo sucedido a la crisis climática.
La conclusión de que el calentamiento global desertiza España e incrementa los riesgos para el medio ambiente y el entorno rural es una obviedad que no puede asentarse como fatalidad. Precisa medidas integrales que contribuyan a contener la destrucción del planeta. Pero también requiere que la ganadería extensiva sea valorada en exenciones y ayudas como contribuyente neta al mantenimiento de nuestros ecosistemas y a la prevención de incendios.
Que carreteras y líneas ferroviarias, caminos vecinales y sendas, sean trazadas como verdaderos cortafuegos. Que el uso de vehículos, maquinaria agrícola y actividades que puedan prender la llama en el medio natural sean aún más restringidos. Que los servicios de extinción se doten con recursos materiales y con personal estable, incluida la UME a cuenta del incremento presupuestario en Defensa.
Los incendios forman parte de la naturaleza y de la regeneración cíclica de sus hábitats. Pero cuando se propagan con extrema virulencia a causa precisamente de la acción humana, las políticas públicas deben preservar el terreno que necesita la vida.
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