Es de primero de política que una moción de censura no se anuncia, se presenta. Por eso dudo que la que ha concentrado el debate político regional esta semana, como ya avanzábamos en nuestra edición del domingo pasado, dé provecho a sus promotores. El ... PSOE de Tudanca alienta la posibilidad de activar ese procedimiento en las Cortes de Castilla y León para tumbar el gobierno de coalición de PP y Ciudadanos con los votos de –y aquí viene el doble mortal con tirabuzón– los procuradores de Ciudadanos. Todo muy loco, sí. Por tanto, todo muy difícil de comprender para el ciudadano de a pie y escasamente justificable desde cualquier punto de vista, salvo el de la mera ocupación del poder o la erosión de los adversarios políticos a dos años de las próximas elecciones. Porque ni de lejos es evidente que una alianza entre PSOE y Ciudadanos –de gobierno o de investidura– mejoraría sustancialmente la vida de los castellanos y leoneses en un momento tan crítico y difícil como este.
En 2014 asistí muy de cerca al desarrollo de la que presentó Guillermo Fernández Vara (PSOE) en la Asamblea de Extremadura contra José Antonio Monago (PP apoyado en pinza por Izquierda Unida). Aquella moción se registró a un año de las elecciones sin ninguna posibilidad de éxito, pero al formularse por sorpresa, sin más preliminares, desencadenó los efectos deseados por el hoy presidente extremeño en la opinión pública. Un año después, Vara ganó la presidencia y parte de la culpa la tuvo una gestión inteligente de aquel episodio.
En Castilla y León, hoy en día, la situación es muy diferente. Por muchos motivos, pero principalmente porque los socios del Ejecutivo son dos partidos ideológicamente próximos que comparten mando en otras plazas importantes (Madrid, Andalucía, Murcia...). Y también porque no creo que los instintos suicidas de la formación naranja alcancen esa cima del absurdo y el esperpento que representaría votar a favor de una moción que desmorone un gobierno en el que comparten responsabilidades, algunas tan relevantes en este instante como la de Sanidad.
Salvo mayúscula sorpresa, esta moción se ha anunciado o se presentaría para ahondar en la herida de Ciudadanos y poner de manifiesto su debilidad y contradicciones internas. El PP de Mañueco, de hecho, podría beneficiarse del debate y, ni que decir tiene, de una más que probable derrota de la iniciativa. Pero Ciudadanos no, Ciudadanos va a salir mal parado porque el nerviosismo que ha causado la idea tiene relación directa con el hecho de que no está claro que tres o cuatro procuradores –o todos salvo el vicepresidente Igea y alguno más– no se echaran al monte y avalaran la mayoría absoluta necesaria para situar a Tudanca en la Presidencia de la Junta. Si hay nervios y dudas, si los referentes autonómicos del partido se refugian y esconden tras la portavoz nacional, Melisa Rodríguez, eso es síntoma de que en Ciudadanos hay mucha más división e indefinición de la que sospechábamos.
Resumiendo. La moción, caso de presentarse, casi seguro que fracasará. Se presente o no, salvo que prospere, revalorizará el perfil institucional de Mañueco y su liderazgo dentro y fuera del PP. La moción puede que proporcione dimensión y proyección a Luis Tudanca si juega bien sus cartas, a pesar de que ha perdido el efectismo de la sorpresa, tan útil en política. Y sobre todo, impactará de lleno en Ciudadanos y obligará a Inés Arrimadas a tomar decisiones y ocuparse de Castilla y León, donde no está claro quién manda ni para qué. Ni, fundamentalmente, qué papel va a dejar que desempeñe Francisco Igea en el futuro.