Hace unos días le preguntaban a un alto representante del Partido Popular por el difícil momento del mercado laboral. Le faltó tiempo para echar mano del manual de partido y argumentar que durante el tiempo que los suyos han gobernado se crea empleo; no ... así mientras gobiernan los otros. Y en esas estamos. Los datos nos dicen, por ejemplo, que el récord de paro juvenil se alcanzó en 2013 con el Gobierno de Mariano Rajoy, con el 56,92% (hoy todavía está en un no menos escandaloso 38,38%).

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Además, los populares controlan muchas comunidades autónomas, de las que dependen las Políticas Activas de Empleo, esas que buscan reorientar a los parados mediante formación e incentivar a las empresas a su contratación, y que solo el año que viene supondrán una inversión de 6.480 millones de euros. A todas luces, un pozo sin fondo del que nunca se conocen resultados reales. Por algo será.

No, no se trata de populares o socialistas, ni de los gráficos que puntualmente benefician a unos y a otros. Se trata de un fracaso de país y exige de representantes políticos capaces de ver más allá de su propia miopía partidista.

La inminente reforma laboral del Gobierno representa una muesca más en el camino al precipicio. Con un mercado laboral que ya presenta escasez de mano de obra para determinados oficios y en el que el 20% de los jóvenes de entre 18 y 24 años ni estudia ni trabaja, la fórmula no puede ser más protección al desempleo y más impuestos para las empresas. De ser así, surgen dos preguntas: ¿Quiénes tendrán motivación para trabajar? y ¿quiénes estarán en condiciones de contratar?

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