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El precio del poder
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Es tal el número de apoyos requeridos que las formaciones políticas cortejadas no se cortan un pelo en establecer exigencias ineludibles para prestar sus votosAquí nos tienen, esperando que se resuelva la santa investidura de Pedro Sánchez que, en realidad, va a ser una sesión doble del Congreso de los Diputados porque en la misma actuación parlamentaria vamos a comprobar el respaldo de dos políticos, habida cuenta de ... que Pablo Manuel Iglesias Turrión también va a someterse, siquiera sea indirectamente, al veredicto de sus señorías. Dos por el precio de uno. Así están las cosas. Para que el trámite parlamentario se sustancie asistimos a una especie de mercado persa en el se subastan votos y apoyos previo pago de su importe. Dentro de las más elementales reglas de la economía de mercado, el precio de los servicios sube cuando la demanda aumenta, y el PSOE y Unidas Podemos están ansiosos por cerrar el anunciado gobierno de coalición que será, sin duda alguna, mejor para ellos y sus adláteres que para el conjunto del país.
Es tal el número de apoyos requeridos que las formaciones políticas cortejadas no se cortan un pelo en establecer exigencias ineludibles para prestar sus votos. ERC quiere resucitar la polémica figura del relator, en lo que denominan cínicamente «conflicto catalán», y la creación de una mesa de partidos, exigencias ambas conjuradas hace menos de un año por la negativa del PSOE, pero, claro, eran otros tiempos. Otegi quiere nada menos que la libertad de los políticos presos y la autoderminación del País Vasco para abstenerse en la sesión de investidura. El PNV sabe siempre cómo sacar partido a su imprescindible apoyo y, de paso, tajada para su provecho. Algo similar ocurre con Coalición Canaria, un artefacto electoral que siempre negocia con la calculadora en la mano. Es de suponer que la agenda valenciana de Compromís, vía Más País, ponga sobre la mesa exigencias de corte regional para su parroquia, y que lo mismo ocurra en los casos del PRC, para Cantabria, y de Teruel Existe, para los suyos.
Puestas todas las exigencias, peticiones insoslayables y líneas rojas en fila, ocurre que la fiesta de la investidura nos va a salir por un pico a todos nosotros que somos, a la postre, los paganos de esta disparatada factura. Un dinero que servirá para la mayor gloria de Pedro y Pablo, quienes entronizarán con ellos a todos los protagonistas de un gobierno «ilusionante», «feminista» y, por supuesto, «rotundamente progresista». En un ejecutivo «plurinacional», los recursos acabarán asignándose a las comunidades con mayor influencia y peso político, y no a aquellas con mayores carencias. Unidas Podemos reclama un aumento de las pensiones mínimas hasta los 750 euros e incentivar las jubilaciones anticipadas, lo que no augura nada bueno para la solución del gravísimos problemas financieros de la Seguridad Social. En la agenda también está el control del precio de los alquileres, la derogación de las dos reformas laborales (2012 y 2010), el aumento del salario mínimo hasta los 1.200 euros mensuales, la subida del IRPF y el aumento del impuesto de sociedades, entre otras muchas propuestas.
La pregunta inevitable es: ¿cómo se paga esta fiesta? (no cabe preguntarse quién, porque seremos todos), y la respuesta es tan clara como temida: con la subida de los impuestos. Si se trata de gastar hay que mirar primero con qué ingresos se cuenta, porque, de lo contrario, la asfixia impositiva de las clases medias va a rozar el listón de los confiscatorio. La política, las ideas y los pronunciamientos se hacen carne en los impuestos, por lo que vamos a trabajar para Hacienda desde el 1 de enero hasta pasado el verano, por lo menos. Todo sea por un progresismo «rotundo e ilusionante».
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