Bea Crespo

El precio de la generosidad

La realidad suele demostrarme que la mezquindad y la falta de empatía y cuidado hacia los demás prevalecen. Sin embargo, de vez en cuando, me encuentro con un testimonio que me hace pensar que, a pesar de la evidencia, siempre hay alguien

Lunes, 21 de noviembre 2022, 00:14

Siempre hay alguien dispuesto a tender la mano, a dejarse llevar por la compasión, a permitir que la empatía guíe sus actos. Incluso en las peores circunstancias, siempre hay alguien. A veces me creo esto que acabo de escribir. La mayoría del tiempo no, no ... porque no quiera, sino porque la realidad suele demostrarme que la mezquindad y la falta de empatía, el comportamiento interesado y egoísta, la falta de cuidado hacia los demás, prevalecen. Y, sin embargo, de vez en cuando me encuentro con un testimonio o una anécdota que me hacen pensar que, a pesar de la evidencia, siempre hay alguien. Esto no significa que ese 'alguien' sea un ser de luz o eso que llaman 'una persona sin tacha'.

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Los ángeles no existen, hasta la persona más bondadosa tiene su lado oscuro. Las memorias de Marie Jalowicz Simon dan fe de ello. Las editoriales Errata naturae y Periférica han publicado conjuntamente 'Clandestina' (traducción de Ibon Zubiaur), las memorias que Marie Jalowicz Simon dicta a su hijo Herman Simon poco antes de morir. 'Clandestina' es un testimonio extraordinario sobre cómo se vivió la guerra y la inmediata posguerra en Berlín, particularmente desde el punto de vista de una joven judía que desde 1942 pasa a la clandestinidad para sobrevivir. Junto con los diarios de Víctor Klemperer (Galaxia Gutenmberg, 2022), a los que ya dediqué en este espacio una reflexión, las memorias de Jalowicz Simon aportan un punto de vista excepcional sobre la supervivencia en medio de la persecución más atroz, no solo en el momento de las deportaciones masivas en plena guerra, sino desde las primeras prohibiciones antisemitas en 1933 y, sobre todo, desde las leyes de Núremberg de 1935.

Esas primeras disposiciones afectaron directamente a la familia de Marie, entonces apenas una preadolescente. Su padre tuvo que dejar de ejercer su profesión –era notario– y su madre murió poco después, en 1938, de un cáncer posiblemente agravado por las circunstancias. La familia extensa fue cayendo en la pobreza y la desesperación; algunos consiguieron huir, otros, la mayoría, fueron deportados y desaparecieron en algún gueto o campo de exterminio. Marie y su padre perdieron todo paulatinamente: casa, ingresos, vínculos sociales, hasta que Marie fue reclutada en 1940 como trabajadora forzosa en una fábrica de Siemens (sí, esa famosa marca de electrodomésticos fue esencial para el esfuerzo de guerra nazi). Su padre falleció en 1941. Marie tenía diecinueve años. A su alrededor el mundo se desmoronaba porque también, en ese momento, comenzaron las deportaciones masivas a los campos de concentración del este que pronto se convertirían en campos de exterminio. Para entonces Marie ya intuía que deportación era sinónimo de muerte.

Es difícil leer estas memorias y no centrarse en el horror cuando es tan prevalente. Sin embargo, si la joven Marie logra sobrevivir es gracias a su valentía e ingenio y también a que algunas personas no judías arriesgan su vida para darle cobijo. No crean, sin embargo, que Marie recuerda a esas personas como ángeles bondadosos libres de tacha. Marie rememora sin sentimentalismo ni idealización. Aquellos quienes la acogieron son personas con sus aristas e incluso mezquindades, personas que por un lado arriesgan su vida para salvar a Marie de la persecución y al mismo tiempo algunas de ellas son capaces de ejercer una violencia feroz sobre la joven clandestina. Marie reconoce sin demasiados tapujos que recurre a su cuerpo y sexualidad para salvarse en más de una ocasión. Al principio de su etapa clandestina convive con un nazi que no sabe que ella es judía, más tarde hará lo mismo con un holandés que sí lo sabe pero que busca una compañera, llegando así a un entendimiento que ella acepta y recuerda con naturalidad, un 'quid pro quo' necesario, en el que no entran las cuestiones morales. En ambas situaciones hay un pacto implícito, aunque no lo podríamos llamar consentimiento.

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La situación de vulnerabilidad de Marie no le permite actuar con libertad y recurre así a lo que podríamos llamar prostitución encubierta. Pero quizás su relación más complicada es con el matrimonio que la ayuda desde el principio: Hannchen y Emil Koch, alemanes con certificado de 'arianidad' que, sin embargo, son antinazis comprometidos. Cuando las leyes raciales prohíben a los judíos tener propiedades, los Koch compran la casa de los Jalowicz a un precio justo, en vez de hacer como otros, que se aprovecharon de la desgracia para enriquecerse. Marie también cuenta cómo al morir su madre, Hannchen les visita cada sábado para ocuparse de ellos –aunque, según ella, Hannchen lo hace porque en el fondo está enamorada de su padre– y, cuando Marie decide pasar a la clandestinidad, Hannchen le ayuda a falsificar sus papeles usando su nombre.

Durante todos esos años Marie recurre a varias personas, pero los Koch siempre están presentes, compartiendo literalmente su pan, ayudándola a contactar casas de antinazis donde esconderse. Al mismo tiempo, Hannchen resulta ser una mujer posesiva que necesita sentirse importante y necesaria, que reprocha constantemente a Marie sus esfuerzos para ayudarla. Y Emil, un hombre antifascista y supuestamente bondadoso, viola en dos ocasiones a la joven Marie por despecho contra Hannchen. Son pocas las personas que ayudan a Marie sin esperar nada a cambio o sin hacerle sentir el peso de la culpa.

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En el catálogo humano que constituyen estas memorias, algunos personajes nos sorprenden y desbaratan nuestros prejuicios, como la vieja señora Blase, una nazi fanática que alquila una habitación de su casa al joven holandés y a Marie, aun sabiendo que ella es judía. Podríamos pensar que lo hace solo por dinero, pero en la memoria de Marie la vieja nazi no sale peor parada que algunos de sus salvadores antifascistas. Hablando de salvadores antifascistas, tras la batalla de Berlín y la entrada de las tropas soviéticas en la ciudad, tanto Marie como Hannchen son violadas por soldados rusos. No importa que Marie fuera una judía perseguida o que Hannchen fuera resistente antinazi.

'Clandestina' muestra la complejidad humana en un contexto histórico extremo. Personas capaces de gran generosidad lo son también de grandes abusos y violencia. Si quitamos lo extremo del contexto histórico me pregunto cómo se traducen esas grandes generosidades, abusos y violencias a la cotidianeidad de nuestro día a día. Cómo, en nuestras vidas sin grandes acontecimientos, se manifiestan estas actitudes morales. Les invito a que hagan el ejercicio de imaginarlo.

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