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Pragmáticos y radicales
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La fractura independentista reflejada en la Diada empieza a dibujar una nueva relación de fuerzas para abordar el conflicto catalánLa resaca de la Diada catalana no ha dejado indiferente a nadie. El riesgo de divorcio real en el seno del Govern, que los más posibilistas de Junts intentan evitar a toda costa, planea en este momento sobre el independentismo catalán como un verdadero peligro. ... En Euskadi, PNV y EH Bildu han marcado distancias con una dinámica de división con la que se sienten manifiestamente incómodos.
La presión ejercida contra ERC, por su estrategia favorable al diálogo, inquieta porque refleja una herida abierta en el bloque secesionista difícil de suturar y porque toca algo medular como es el sistema de partidos y que no se despejará, cuando menos, hasta las próximas municipales. Los partidos nacionalistas vascos, además, mantienen lazos de complicidad con los republicanos, con quienes comparten un objetivo de fondo: hay que superar el actual marco autonómico hacia el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado. Lo que pasa es que la fractura catalana debilita la apuesta.
El PNV ha expresado su posición de cautela. «Nuestra presencia en la Diada es siempre de acompañamiento, cercanía y apoyo», subrayan fuentes del EBB. Desde EH Bildu también se fijan distancias. Se parte de una premisa: que las diferentes estrategias que se libran dentro del independentismo catalán no afectan a Euskadi. Es uno de los puntos de acuerdo entre los soberanistas vascos y catalanes.
Otra de las conclusiones de la Diada es que, al margen de las diferencias estratégicas y tácticas que se libran el seno del bloque independentista catalán, la reivindicación por el derecho a decidir sigue viva.
En ese sentido, el PNV no piensa renunciar a esta bandera de la defensa de la soberanía de las naciones sin Estado, más allá de que su sentido del realismo en política le aconseje medir los pasos en este momento de turbulencias económicas, en el que la sociedad siente otras prioridades materiales. Sobre todo porque Bruselas mira con enorme atención los movimientos en el Estado español. La guerra de Ucrania va para largo, aunque las últimas victorias militares de Kiev alienten un posible cambio en el curso de la contienda bélica. En Europa, la expectativa de una victoria de la extrema derecha en Italia lleva la respiración contenida a los dirigentes de la UE. En este contexto, la estabilidad en el sur de Europa –en España– es una pieza necesaria. Y el PNV lo sabe.
No obstante, a pesar de la pérdida de músculo del independentismo catalán y de esa volatilidad de fuerzas en Europa, el 'encauzamiento' de la cuestión de Cataluña sigue siendo una asignatura pendiente para la España democrática y constitucional.
La segunda derivada de la Diada es el papel de los partidos. En el seno de las formaciones nacionalistas vascas, de hecho, se detecta una profunda inquietud por la fisura abierta en relación con la Asamblea Nacional de Catalunya, sobre todo ante sus últimas críticas a los partidos soberanistas y la amenaza con plantearse una nueva lista electoral. El problema viene a ser de fondo y comenzó ya en el momento en el que la dirección del 'procés' soberanista no fue ejercida desde los liderazgos clásicos en los partidos políticos sino desde los movimientos sociales, que desplazaron a los partidos del centro de gravedad en la toma de decisiones.
El cambio de paisaje de la relación de fuerzas es evidente. La dinámica de choques identitarios, que solo alimentaba a los sectores más radicales y esencialistas, se va desfondando. El pulso lo libran, sobre todo, el mundo pragmático de la dirección de ERC, con todas sus contradicciones, y quienes prefieren apostar por una estrategia de choque y confrontación con el Estado, una apuesta por el 'cuanto peor mejor', por la voladura de todos los puentes de complicidad. La progresiva pérdida de nervio social del independentismo y su lento retroceso en las encuestas ilustran un problema de fondo que ha sido convenientemente explotado por Pedro Sánchez. Se atisba una nueva relación de fuerzas, aún incipiente, y las expectativas del PSC para recuperar una posición central en Cataluña empiezan a ser cada vez mayores, lo que puede forzar a ERC a mover ficha en el tablero.
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