Puedo estar equivocado, pero tenía la sensación de que en los censos anteriores a este habíamos crecido en número de vecinos, y aunque los datos no fueran como para tirar cohetes cualquier incremento siempre es bienvenido aunque únicamente sirva para hacernos creer que no formamos ... parte de la España vaciada. El otro detalle que me cegó la semana pasada fue la muchedumbre que petó la ciudad durante las procesiones y que desapareció, como muy tarde, el Domingo de Resurrección. En fin: la realidad es que los datos censales que publicamos hoy reflejan otra disminución vecinal, que debería haber sido compensada con la llegada de exiliados procedentes de Ucrania, pero ni con esas.
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Dicho lo cual, todo el párrafo anterior es solo un postureo, palabro que según la Real Academia indica «una actitud artificiosa que se adopta por conveniencia». Por ello, confieso ante ustedes, desocupados lectores, que estoy muy contento de que siempre que crezca Valladolid lo haga un poquitín; y si merma, que sea una nadería. Puede que parezca un egoísta del carajo la vela, pero no puedo, ni quiero, remediarlo: me gusta la ciudad tal y como está. Me encanta disfrutar de sus muchas ventajas y hacerlo sin apreturas para pasearla, encontrar mesa en la terraza preferida, visitar una exposición o asistir a un concierto sin guardar colas kilométricas. Si eso me convierte en un egoísta, pues lo asumo y punto.
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