![Un poso de obscenidad](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202103/16/media/cortadas/GF278RX1-ksDI-U130839208112SSH-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Qué habremos hecho en este bendito país para soportar los estragos de una clase política de todo a cien, preocupada, únicamente, en salvar su futuro, haciendo abstracción de cualquier tipo de ética y estética para con sus votantes, en particular, y con la sociedad española, ... en general. Los inefables acontecimientos registrados estos días en Murcia tienen todos los ingredientes de los relatos sórdidos y los personajes de dudosa catadura moral. Hemos visto, perplejos, cómo unos diputados de Ciudadanos firmaban un documento para presentar una moción de censura al gobierno de la Comunidad, y también la manera en que, horas después, convertían lo signado en papel mojado y accedían a entrar en el Ejecutivo al que pretendían derribar. Todo muy coherente y altamente ejemplificador.
Aquí, desengañémonos cuanto antes, cada cual va exclusivamente a lo suyo. La política es el arte del sálvese quien pueda, literalmente. Tras el tsunami murciano, los despachos de los altos cargos de Ciudadanos, en la madrileña Puerta del Sol, eran testigos, el pasado jueves, de escenas de absoluto desconcierto envueltas en lágrimas. Tras la razzia decretada por la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, destituyendo sin miramientos en su gobierno a todos los responsables de la formación naranja, decenas de consejeros, viceconsejeros, jefes de gabinete, asesores y demás cargos del staff que encabezaba el fulminado Ignacio Aguado; el drama era expresado en voz alta por los que pasaban de tener un buen sueldo, coche oficial, secretarias, aparatos de gestión y un estatus envidiable, a preguntarse, literalmente, cómo tenían que darse de alta en los servicios de empleo para poder cobrar el paro a partir de ahora. Algunos, podrán regresar a sus antiguos empleos, pero hay otros que no tienen donde ir, porque han hecho carrera en el aparato del partido y ahora observan como su futuro se torna negro e incierto.
Hubo un tiempo en el que profesionales relevantes recalaban temporalmente en la política para aportar su experiencia, su agenda y sus conocimientos. Eran gente que venía cotizada de casa y que, tras terminar su cometido, volvían con toda naturalidad a su carrera profesional. Las cosas empezaron a torcerse con la irrupción de tanto 'apparatchick' que, a falta de carrera exitosa u oposiciones ganadas, medraron en la tramoya de los partidos y no están dispuestos a marcharse ni con agua caliente. Estos casos de ahora son un ejemplo, pero hay y habrá muchos más. En estos días hemos visto sublimarse todos los errores derivados de la falta de inteligencia política. El espectáculo ha sido tan obsceno como repugnante. En medio una crisis sanitaria y económica sin precedentes, estos lindos se dedican a asegurarse los sueldos con unas argumentaciones que constituyen todo un insulto al entendimiento. Vemos, por ejemplo, al que era hasta anteayer secretario de organización y número tres de Ciudadanos, pasarse, en una pirueta de dos horas, al PP porque considera ahora que «es la única alternativa capaz de derrotar a Pedro Sánchez». Y luego se quejarán del desprestigio de la clase política. Demasiado poco, para lo que tenemos que contemplar a diario.
Este baile de cargos, siglas, traiciones y falta de escrúpulos y de vergüenza, a partes iguales, constituye una imagen tan lamentable que sólo queda la esperanza de que los votantes, constituidos en pueblo soberano, terminen poniendo a cada cual en su sitio. Generalmente, los ciudadanos han sido inmisericordes con el transfuguismo. Es de esperar que también sepan ajustar cuentas, utilizando el poder inapelable de sus votos, en cuanto tengan ocasión para ello.
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