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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. EFE
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Opinión ·

Las elecciones del 10-N ponen a cada uno en su sitio, destruyen algunas expectativas y abren numerosas interrogantes

JUAN FRANCISCO FERRÉ

Martes, 19 de noviembre 2019, 07:18

Cuidado, cuidado, no vayamos tan deprisa como la montaña rusa emocional del Ibex. A punto de hundirse en la miseria si no se le da placer al punto G de sus directivos. Esto de que Sánchez vaya a gobernar con Iglesias nos mete en un ... bucle irónico. Podíamos haber tenido esta coalición en verano y los caprichos ególatras de ambos líderes lo impidieron. Ahora pactan con urgencia para salvar el cuello. El resultado otoñal de estas elecciones sabe frío y amargo y además da miedo. En el futuro será aún peor. El PSOE celebra su victoria mínima como un mal menor y el PP como un fiasco fariseo. Todos conocen las secuelas de la irrupción de Vox, pero prefieren ignorar su alcance real. Cuando la voz del pueblo se acopla con el ruido estridente de la ultraderecha, no hay marcha atrás. Desde una perspectiva electoral, los socialistas priman los intereses partidistas. Mientras exista Vox es imposible que sus rivales populares les ganen. Desde una perspectiva social, es un indicio inquietante del malestar español. Algo huele a podrido en el sistema.

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