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Si Ayuso utiliza el spanglish para soltar su último eslogan, «socialismo free», esa sandez, no veo por qué debo yo renunciar a construir un vocablo con ínfulas de bilingüismo cutre, 'politifake'. Que sería algo así como el arte de hacer política sin rozar siquiera la ... verdad. Vale todo. Retorcer cifras, obviar datos, desviar el foco, anclarse en el «y tú más» continuo, apoyarse en perros de presa mediáticos sin escrúpulos ni ética, sembrar odio y división, polarizar. El juego más peligroso, en manos de gurús que se comportan como matones del discurso.
En este país hemos conseguido que la agenda relevante, la que debe afrontar un futuro que provoca vértigo, la de las incertidumbres tecnológicas y económicas, quede arrumbada ante la discusión más simplona y capaz de movilizar la bilis:
–Usted es un ilegítimo que gobierna con la extrema izquierda-bilduetarra-separatista-bolivariana y bolchevique.
–Usted es la derecha que gobierna con la ultraderecha-fascista-nacionalcatólica.
Y venga leña, que el fuego no pare.
España necesita a un PP fuerte y a un PSOE fuerte. Incluso, creo, necesitaría un Ciudadanos, uno cabal, consciente de su papel real. Lo que tiene, sin embargo, es a un Pedro Sánchez ensimismado y dado a las medias verdades y a una Isabel Díaz Ayuso –ni Feijóo ni Feijóa, no nos engañemos– que ha decidido ejercer de populismo fagocitador del populismo y cuyas políticas se reducen al neoliberalismo crudo y a mensajes-tuit despectivos y repletos de falsedades que los acólitos aplauden como «zascas».
Necesitamos políticos centrados y largoplacistas, que es lo contrario de la 'politifake'. Qué sé yo, la 'polititruth'. O simplemente Política.
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