Todos estamos de acuerdo en que las cuestiones sanitarias son en estos tiempos las que más nos deberían preocupan. Buena prueba de ello es que un reciente estudio científico de la Universitat Rovira i Virgili y la Universidad de Zaragoza asegura que de haber confinado ... el Ejecutivo una semana antes a los españoles en la primera ola, se habrían salvado 23.000 vidas. En estas unánimes ansiedades, la nación ve cómo sus gobernantes pandémicos y la oposición cómica no se han movido del sitio, y que para la urna catalana estábamos de sufragismo sano por San Valentín. Por ejemplo.
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El Consejo Europeo ya nos aprobó unos fondos de 140.000 millones el 21 de julio, pero el Gobierno no nos ha explicado aún el desglose de la inversión de los fondos requeridos para reconstituir esta patria última de benditos médicos, cacerolada vecindona y algarada callejera. Habría que extremar las medidas de detección y seguimiento de sus señorías, cuya tendencia a mutar se está acentuando, como en el caso de Illa: de ministro sanitario a candidato regional en un suspiro de España. Todos ellos, altamente contagiosos, agravan el cuadro clínico del país y reinfectan con sus chorradas y ocurrencias a la ciudadanía, cuya salud sigue siendo precaria un año después. Nadie se ha hecho aún ninguna pcr ni ningún análisis de sangre para ver si se ha contagiado de esta nueva cepa de políticos infectivos. Haciendo una variación sobre la máxima de Sartre referida al hombre, verdaderamente la del político es una pasión inútil.
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