Que la vida iba en serio uno lo empieza a descubrir más tarde, nos contó Gil de Biedma. Casi todo, no únicamente que la vida va en serio, que no sabe jugar, lo empezamos a descubrir más tarde, tan tarde que ya no sirve de ... nada ese conocimiento. ¿Qué pasaría algo si la vida nos concediera ciertos conocimientos en la juventud? ¿Variaría nuestra forma de proceder, de vivir? Miguel Delibes, una vez que le pregunté cómo podíamos saber si una novela era buena, me respondió que era buena aquella cuya lectura nos hace mejor persona. No me pareció muy perspicaz, fue hace muchos años. En otra ocasión, antes de 'Patria', hablando con Aramburu del terrorismo vasco, me dijo que a lo mejor todo se reducía a que hay malas personas.
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Fue hace muchos años y sus palabras me resultaron simples, carentes de la complejidad que mi estúpida juventud exigía. Pero el tiempo ha pasado..., continúa el poema de Gil de Biedma. Y ya no me parece baladí el asunto de las malas y buenas personas y, cuando observo a nuestros políticos y su comportamiento, me digo que a lo mejor todo se reduce a buenas y malas personas. A ser buenas personas. ¿Cuál de nuestros actuales políticos dirían ustedes que lo es? ¿Pedro Sánchez? ¿Pablo Casado? ¿Teodoro García Egea? ¿Rocío Monasterio? ¿Echenique? ¿Isabel Díaz Ayuso? ¿ Felipe González, Aznar, Iglesias?
Ese conocimiento, el de que no hay nada mejor para la sociedad que la bonhomía, llega tarde, demasiado tarde, cuando los programas electorales nos han decepcionado y la edad nos coloca entre esos seres ingenuos que suspiran por una política de buenas personas.
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