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Empiezo este artículo entonando el mea culpa porque alguna micronésima parte de contribución al problema puedo tener como analista de la actualidad. La realidad social que vivimos en España adolece de muchos defectos y uno de ellos quizás sea el exceso de política que padecemos. ... Atravesamos una grave pandemia y el peligro que ofrece se impone tanto en los medios de comunicación como en nuestras conversaciones privadas y, por supuesto, en la actividad política. Es una situación excepcional.
La politización de este problema, sin embargo, es tan lógica como excesiva y mal planteada. Se utiliza con frecuencia para lanzar dudas, protestas y errores que desconciertan a la gente sobre algo tan sensible y dejan la impresión de que no deben ser sólo los políticos quienes monopolicen este asunto. No es nada nuevo porque la politización de cuanto acontece viene desde antiguo.
Todo lo que ocurre es monopolizado por los políticos de diferentes signos, lo cual lleva a que su exceso les reste credibilidad a ellos y a sus ideas. Ocurra lo que ocurra siempre hay una pléyade de políticos de guardia, a menudo desconocedores del tema, emitiendo sus opiniones y proponiendo o arbitrando soluciones que no siempre son las adecuadas.
He vivido muchos años en el extranjero y viajado por casi todo el mundo y sólo en circunstancias muy especiales observé semejante monopolización de las preocupaciones o inquietudes por parte de los políticos. Y una parte de responsabilidad es, también hay que decirlo, de los medios que transigen. Vemos la televisión, escuchamos la radio y leemos la prensa y la política está permanentemente en las conversaciones y discusiones, debates y opiniones. La impresión que se saca es que en España sólo hay políticos en la escena social –con la excepción del fútbol–. Tal parece que no existen científicos ni técnicos trabajando en avances cruciales, ni filósofos ayudando a pensar. Los intelectuales han desaparecido del interés general, sus palabras no influyen, lo mismo que ocurre con los académicos, los artistas, los grandes literatos o los investigadores o emprendedores. Está politizada la Justicia, la Religión, la enseñanza, la música y hasta la gastronomía.
La política necesita atención y valoración, por supuesto, pero en la vida hay otras muchas cosas que también la merecen y ejercen influencia en nuestra actividad cotidiana. El exceso de politización nos limita el interés por otras cosas, también lleva a la división de la sociedad, al enfrentamiento y hasta al odio. Sería bueno que se limitase a su función, que no es pequeña.
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