No es una humana trampa elegante el presente. El dominio de la razón humana sobre el tiempo es un engaño. Y sin embargo, no somos eternamente otra cosa que tiempo sin retorno. El tiempo que pasa no explica las cosas que suceden, se limita a ... constatar su falta de sentido. El tiempo no ilumina la vida, más bien es la luz de la vida la que deslumbra el paso con que sentimos discurrir el tiempo. El tiempo no perdona aquello que nace para ser imperdonable. El valor de la vida no es estimable, es una primera e inolvidable verdad.

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¿Es posible disfrutar la vida más intensamente sabiendo que es puro azar? Vida y muerte valen lo mismo en paz o en guerra, pero la vida es lo único que tenemos, nuestra única propiedad. La vida tantas veces es inútil, pueril en medio de toda su pomposidad. La vida que hoy vivimos es la quiebra constante de la vida. Tenemos conciencia, certidumbre, no sé si bella o repugnante, y sabemos que esa certidumbre nos conduce al engaño acerca de la vida. En el espejo de cada conciencia no se refleja alma alguna, por eso vida y muerte viven unidas.

La política, la economía, la cultura, dividen el mundo irremisiblemente en dos bloques. Esa debería ser la señal, el umbral de un orbe único, pues la existencia humana tendría que tender lo antes posible a simplificarse y ramificarse como unidad. Cuando la guerra entre los países paraliza el alma del planeta, la decepción suele abrirse paso a través de las promesas políticas incumplidas.

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