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Sánchez firma el acuerdo para la reforma de las pensiones, en julio de 2021. Ballesteros / EFE
Vidas breves

Política y espectáculo

«La lucha por el poder ha sido y es un lodazal, y hay que estar pentavacunado o ser un psicópata para aguantar el tirón»

Lunes, 29 de abril 2024, 00:55

Comentaba el poeta salmantino José Miguel Ullán, durante algunos años comentarista de Eurovisión, que, por muy horteras e inadecuados que nos parecieran los candidatos que representaban a España, con la perspectiva del tiempo comprendías que eran el calco perfecto del momento que vivía el país. ... Si ya ocurría cuando los elegía un jurado profesional, ahora, que se escoge a golpe de 'likes', no podemos renegar de nuestro propio Frankenstein: sean candidatos eurovisivos o sean gobiernos, la criatura es nuestra. Quien mejor comprende la pulsión de la mayoría se lleva el gato al agua, y eso lo consigue el discurso desprejuiciado de Isabel Díaz Ayuso, y también el sentimentalismo de Pedro Sánchez, que solo él sabe si es sincero. Nos arrastran. Porque nosotros también nos sentimos libres y fuertes unos días, mientras que otros estamos desfondados y queremos abandonarlo todo. Cualquiera de los dos podría vencer en la final de un campeonato de emociones.

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La política solía ser otra cosa. Sí, a veces era mejor. Otras, solo diferente. Estos días que aparece por entregas el juicio del caso de la Perla Negra, las declaraciones de los testigos arrastran ecos de lo que fue. Todos cumplían órdenes, y el entramado era tan complejo que muy pocos percibían las incongruencias, mientras que la mayoría permanecíamos en la inopia. Así era también esa vieja política, de la que hoy añoramos la respetabilidad y, por qué no decirlo, su aburrido silencio.

Esa vieja política, cocinada entre cuatro, trajo esta espasmódica de hoy. Puede que, como el amor a la Jurado, se rompiera de tanto usarla. Si metes en la misma frase adjudicación, operación, sociedad, reparcelación y consejero delegado, casi seguro que nadie hablará sobre ello en un bar, aunque por esas rendijas se escape el dinero público, que es el de todos. Pero que Sánchez haya pedido días para reflexionar sobre su futuro porque atacan a su mujer ha entrado de lleno en el debate público. Igual que en las tertulias de cotilleo de la televisión, todos podemos tener una opinión sobre el asunto, aunque valga para poco. «No tenía nada que decir, pero lo dijo», como escribió Óscar Wilde.

La lucha por el poder ha sido y es un lodazal, y hay que estar pentavacunado o ser un psicópata para aguantar el tirón. Solo que ahora las refriegas se retransmiten por Twitter, y a través de la pantalla del móvil reciben los césares y cónsules sus aclamaciones y escarnios públicos. La estrategia militar advierte que, en el momento en el que no sabes interpretar los movimientos del contrario, empiezas a perder la partida. En este sentido, Sánchez es un maestro del desconcierto. Actúa como un insumiso de sí mismo, un rebelde que cuestiona al sistema, aunque no sabemos exactamente cuál propone. Vamos, como cualquier hijo de vecino, con la salvedad de que él es el presidente.

Como nos sabe impacientes, el plazo de espera ha sido breve, y concluye hoy lunes, aunque no hay que descartar una nueva entrega de la serie. No habrá soluciones definitivas: si en la vida privada todo es provisional, no digamos en la pública. Incluso podría enviarnos una nueva carta, un escrito de su puño y letra. Como el caso de Ayuso, la marca personal de Sánchez trasciende y engulle a su propio partido. La nueva política es ruidosa y sigue la regla número uno del espectáculo, declarar la guerra al aburrimiento. Dan tentaciones de pasar de todo, pero, hoy más que nunca, conviene no perder de vista lo que decía aquel político tan aburrido: programa, programa y programa.

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