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Es triste ver a un gran país conducido por un payaso. Lo podría haber dicho cualquiera con respecto a cualquier país. Y a cualquier payaso. Referencias no faltan. Pero lo cierto es que lo ha dicho Emmanuel Macron con respecto a Boris Johnson, con el ... telón de fondo de la (nueva) crisis migratoria del Canal de la Mancha. Y lo ha dicho mientras el Papa le pedía a Europa acabar con los muros del miedo. Mientras las caravanas migratorias, que ni saben ni quieren saber de brexit, siguen viendo a Europa como un todo, bien diferente de las patrias de las que ellos proceden.
Seguro que es así, visto desde fuera. Desde dentro, a veces da la impresión de que lo del payasismo ilustrado es una pandemia tan grave como la del coronavirus. Una impresión que se refuerza aún más al asistir a la despedida de la única líder seria que ha tenido Europa en los últimos años. Esa Merkel que, en su reflexión final sobre el tiempo de su mandato, herido por dos profundas crisis mundiales, asegura que hoy la política es más necesaria que nunca. Y también más frágil que nunca.
Surfeando sobre la sexta ola, somos bien conscientes de la capacidad del virus para mutar. Pero no sé si lo somos tanto con respecto al ser humano. Juan Luis Arsuaga, que algo sabe de esto, dice que, a consecuencia de la pandemia, en dos años hemos evolucionado como en veinte. Y eso lo interpreta de manera positiva. No opina lo mismo Mariano Rajoy, a quien le ha tocado hacer de parapeto entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, en la presentación de su 'Política para adultos'. Adultos, dice él, frente a estos juegos de niños que no terminan de hacerle gracia. Quizás porque tampoco acaba de asimilar la rapidez de las mutaciones en la vida política nacional.
Mutaciones que, de manera tan vertiginosa como la de ómicron, se están produciendo delante de nuestros ojos. Díaz Ayuso, que se deja cortejar por Vox con el objetivo de llevarse al PP todo hacia la derecha que sea posible. Yolanda Díaz, que quiere hacer lo propio con el PSOE desde el ala izquierda. La primera, que presume de haber creado en Madrid más de la mitad del empleo que se ha creado en toda España. Y la segunda, que dice ahora que dejar sus aspiraciones simplemente en un partido a la izquierda del PSOE es poco. O muy poco. Díaz frente a Díaz, con sus respectivos rivales interpuestos.
Pero hay más juegos. Por ejemplo, de haber tenido confianza con él, estoy seguro de que Pedro Sánchez, después de haber leído el libro de Rajoy, le habría llamado para pedirle consejo sobre cómo actuar en la batalla de sus dos vicepresidentas del Gobierno. Cuando los tiempos de la política para adultos, Rajoy optó claramente por cargarse a Cospedal y a Sáinz de Santamaría para imponerse él mismo. En estos tiempos, sin embargo, parece que a Sánchez ya no le queda otro remedio que optar. Optar por dejar paso a Díaz e irse a refugiar al amparo de su enemiga Calviño.
Es triste ver a un gran país conducido por un payaso. Claro. Lo que pasa es que nosotros nos hemos acostumbrado. Con la despedida de Merkel como telón de fondo, deberíamos aspirar a que las mutaciones supongan algo más que la sustitución de mujeres por hombres en los grandes liderazgos. A que esa política necesaria que reclama la líder alemana, que me temo que tiene poco que ver con esa política para adultos de la que habla Rajoy, rompa de una vez el monopolio de los payasos al frente de los gobiernos. Con todo el respeto, naturalmente, hacia los payasos, que nos hacen la vida más divertida. Aunque les queden grandes los zapatos.
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