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Siempre nos quedará el folletín. Después de pasar un secuestro civil por responsabilidad civil (sic), después de que los sábados un dependiente de Galerías Preciados -Sánchez- nos hablara como un Churchill con eco e interferencias discursivas. Después de la almendra de Simón y de los ... muertos que nunca serán más que fosas sin nombres... después de todo eso, digo, sólo queda el folletín.

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Porque Podemos ha sido un folletín de traiciones, de puñales del godo y de todo lo demás, que el invento ha acabado cerrándose en torno a Iglesias. Al Rey Sol de Vallecas nada femenino le era ajeno, pero esto no es un reproche, no, sino una lección de Ciencia Política.

El folletín es lo único que le hace falta a España. El despecho, el macho, los lloros y, ay, por detrás una cosa que va pasando: concretamente una posguerra que ni siquiera sabemos cuándo empezará con los sabañones y los primeros suicidios que están y se les esperan.

En la gasolinera que ha reabierto su cafetería aquí, en la paramera, entendemos que sí, que la vida es eso que va entre escándalo y amante. Galapagar no es el Elíseo, pero Iglesias ha adoptado el discreto encanto de la burguesía aristocratizante y contra eso hay poco que hacer. A los grandes hombres, empezando por Fernando el Católico, hay que entenderles los furores de la testosterona, que es algo que entiendo cuando veo que mi perro se frota circularmente contra la picota.

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Anochece aquí en el campo después de un día de calor y de secano. En el páramo sólo se escucha la soledad. Lupo y yo nos hemos dado un baño en la alberca y me ha dado por pensar en lo desaprovechada y triste que está -en julio del presente- la piscina de Galapagar. Más piletas y menos cloacas.

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