Según la Sociedad Española de Neurología, más de cuatro millones de ciudadanos tienen insomnio crónico y alrededor de un 20% de la población lo padece de forma transitoria, lo cual quiere decir que un 48% duerme poco y mal. El insomnio es el trastorno de ... esa necesidad reparadora que es el sueño y, cuando hablamos de ello, no nos referimos a una noche casual en la que te desvelas porque has cenado un bocadillo de calamares, es que el sueño no llega cuando te metes en la cama, o que pasas la noche despertándote, o que a las cinco de la mañana se acabó lo que se daba.

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Nadie que no lo haya experimentado comprende la fatiga que te entra cuando no puedes desaparecer de este mundo al menos seis horitas. Es una faena, y al día siguiente estás zombi, no puedes concentrarte y tienes el ánimo por los suelos. Los que no pegan ojo tiran de fármacos, de tilas y valerianas, dormidinas o melatoninas. Consumen almohadas, rezan, cambian colchones, meditan o lo que viene siendo lo más frecuente, duermen con la radio bajo la almohada o con auriculares conectados a una voz que les susurre como si fueran niños. No sé si habrá quien siga contando ovejitas, quien imagine playas paradisíacas o quien se invente una realidad paralela a la suya. Todo vale.

Como yo entro en esta maldita estadística, pregunté a una insomne profesional. «Ponte un podcast, es mano de santo». Y allá que fui a mi móvil buscando el milagro prometido. Para mi sorpresa la variedad de audios se asemejaba a un lineal de champús en un supermercado. Perpleja revisé la oferta, que iba desde 'fitness' revolucionario, aprendiendo a pensar mejor con 'coaching' y estoicismo, hasta la caverna del emprendedor. Predominaban el terror y las historias de crímenes, y hasta encontré uno que se llamaba 'Elena en el país de los horrores'. Sucumbí a la tentación de comprobar lo que decía mi tocaya, porque la verdad es que no me parecía adecuado para conciliar el sueño. Había canales de historia, de noticias, diarios de la guerra de Ucrania, leyendas, adivinación, agricultura, medio ambiente, erotismo y hasta uno que se llamaba 'soltero y sin compromiso'.

Imaginé que el 'mindfulness' me iría bien, pero no fue así. Me puso nerviosísima la voz lenta y profunda que me iba aconsejando que revisara mi oreja, mi mandíbula o mis rodillas. No me dormí ni con el sonido de los monjes tibetanos. Luego, ya en ese punto en que te rindes y que sea lo que Dios quiera, pensé que quizás tenga que volver a lo acostumbrado; el puñetero fútbol o los programas de ovnis, que es lo que ocupa la madrugada de este país.

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