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Empezamos muy bien la legislatura, que menos mal que es de género femenino, porque a ver si no qué nuevo vocablo íbamos a acuñar para ser las más feministas, las más progresistas y las más listasLa condición del ser humano pasa inexcusablemente por el inconformismo que, bien entendido, puede reportar beneficios al común de los mortales. Todo cuanto hacemos está sutilmente conectado, de manera que, por ejemplo, cuando un empleado no se conforma con un trabajo de media jornada porque ... aspira a llevar una vida más cómoda y holgada, está al mismo tiempo permitiendo subsistir al pequeño comercio local porque puede ser más generoso con sus gastos. Es un modo de aspirar sin perjuicio para los demás, sino con un compromiso social que beneficia a otros.
El inconformismo mal entendido es aquel que roza la ambición insana. Este pasa por situar un objetivo en el horizonte y alcanzarlo sin pensar en el beneficio global, tan solo el propio. Es la esencia de la cita que popularmente se le atribuye a Nicolás Maquiavelo: «El fin justifica los medios». En el Renacimiento tal vez podía entenderse de algún modo alcanzar un propósito y hacerlo de la manera más amoral y autócrata posible, pero hoy, no. Estas ancestrales estrategias se han acuñado a fuego en la clase política contemporánea. Se me ocurre situar ahí arriba como máximo exponente del creciente movimiento a Pedro Sánchez. Se ha erigido en ser supremo y tiene un séquito de palmeros que no discuten sus controvertidas decisiones. Las huestes de Sánchez, numerosísimas por cierto, han optado por no morder la mano que les da de comer y ¡anda que no hay boquitas que alimentar! Son 22, 18 ministros y 4 vicepresidentes. Poco me parece.
Bocas socialistas y unidas que han aplaudido su última ocurrencia al proponer a su exministra de Justicia, Dolores Delgado, como fiscal general del Estado. ¿Se puede ser más maquiavélico? Ese nombramiento no es inocente, está milimétricamente calculado para controlar al poder judicial y de paso contentar al independentismo catalán. Cualquier decisión que aplaudan ERC o los letrados de Torra no es en absoluto tranquilizadora. No es el único golpe de mando de Sánchez que adelanta a los martes el Consejo de Ministros con el ánimo de controlar a uno de sus vicepresidentes y de condicionar de paso la labor de la oposición, que se queda sin margen para controlar con sus preguntas al gobierno de coalición. Y, encima, dice que su mandato durará 200 semanas. Largo nos lo fía el burlador de la Moncloa.
Y como mujer no puedo obviar la decisión de Irene Montero, flamante ministra de Igualdad, de excluir al género masculino de su departamento. Conformar un ministerio exclusivamente con mujeres ¿no es ya una manifiesta desigualdad? Empezamos muy bien la legislatura, que menos mal que es de género femenino, porque a ver si no qué nuevo vocablo íbamos a acuñar para ser las más feministas, las más progresistas y las más listas.
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