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Alguien muy querido para mí me ha traído desde el Himalaya una rueda de plegaria, esa especie de cilindro metálico que los monjes tibetanos hacen girar mientras rezan. Y, aunque soy mujer de poca fe para todo tipo de doctrinas (incluidas las ideológicas), confieso que ... esta mañana no he podido resistirme a darle unas cuantas vueltecitas al chirriante artefacto implorándole cosas sencillas: que me libre, por ejemplo, de un final tan sórdido como el del peluquero de Ronaldo... Evito revelar lo que en realidad le he pedido por miedo a que no se cumpla. Y, a pesar de que tengo pocas esperanzas, no descarto darle de nuevo al cilindro unas cuantas vueltas mañana, y pasado, y quizás al otro y al otro, mientras susurro en sánscrito 'Om mani padme hum' (¡Oh, la joya del loto'), que, según he leído en internet, es el mantra favorito de los budistas y el más eficaz en estos casos. Total, mal no me va a hacer, y lo mismo suena la flauta.
Bajo ese argumento, y sin otro convencimiento que el 'por si acaso', hacemos a menudo cosas mucho peores que la de hacer girar una rueda de plegaria. Por ejemplo, echarnos un colirio en el ojo, tomar un determinado jarabe e incluso meter una papeleta en la urna (pese a estar demostrada su absoluta inutilidad). Ahora, una asociación de farmacéuticos ha dictaminado que muchas de las sustancias que ingerimos o nos aplicamos buscando el remedio a casi veinte tipos de dolencias, como un orzuelo, una otitis o una tos llena de flemas, son poco menos que un placebo, una versión médica del perro del hortelano, que ni curan ni dejan curar.
Estoy convencida de que, a pesar de este estudio, la gente seguirá recurriendo a las mismas gotas oculares ante la primera alergia o al antitusivo de siempre en cuanto arrecie la tos. Igual que la homeopatía sigue teniendo devotos por más que los científicos la desmientan. De hecho, muchos (espero que la inmensa mayoría) hasta volveremos a votar, pese a tener la constatación empírica de que las tres últimas elecciones han sido menos eficaces que el peor de los placebos. Yo ya lo tengo previsto. El domingo por la mañana le daré unas vueltas a mi cilindro budista y luego iré a introducir la papeleta en la urna... Total, mal no me va a hacer, y lo mismo suena la flauta.
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