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Reina Catalina de Lancaster. El Norte
La plaza de la alegría

La plaza de la alegría

El óxido de los días ·

«Valoro quedarme a vivir en este instante y en este vino. Pero antes de ello voy a ir dando gracias a Dios de nuevo por la ciudad que me ha tocado escribir»

José F. Peláez

Valladolid

Jueves, 3 de junio 2021, 06:57

Alfonso XI a su mujer la miró poco y mal, pero una noche de esas que te pones tan tonto que te gusta hasta a la tuya, la cosa se puso seria y ya saben ustedes: nueve meses después se oyen llantos de un chaval ... que reinaría como Pedro I, El Cruel. La cosa es que la sangre Borgoña quedaba así asegurada en Castilla, pero poco más, ya que Alfonso prácticamente no tiene relación con ese hijo. Su corazón –y todo lo demás– no estaba con su familia oficial sino con Leonor de Guzmán, una bella sevillana –lo de bella me lo he inventado, pero mejor así– que entre Borgoña y Borgoña le bailó las aguas a la vera del Guadalquivir y le dio nada menos que otros diez hijos, como los diez negritos de Agatha Christie, pero en versión cornúpeta. Entre ellos uno llamado Enrique, al que hizo conde de Trastámara y que se cepillaría años después a su hermanastro Pedro I, convirtiéndose en rey. La dinastía Borgoña se extingue así en Castilla. Reina ahora Enrique I, cuya sangre se tradujo al bastardo y dominaría el mundo con forma Trastámara.

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