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Podrían haber elegido como lema, ahora que se ha marchado Chick Corea, 'Now he sings now he sobs': 'Ahora canta, ahora llora', que no está mal ante el ir y venir de los cierres, las restricciones y las reaperturas. Pero no. Parece que los hosteleros ... ya tienen divisa. Se trata de 'No more lockdown', de Van Morrison: 'No más confinamientos'. Les ha servido de inspiración la proclama del 'estado' de whatsapp del juez Luis Garrido. Uno de los magistrados del TSJ del País Vasco que firmó para que se volvieran a abrir los bares y los restaurantes, a pesar del decreto gubernativo, en aquella comunidad.
«No más confinamientos. No más extralimitaciones del gobierno. No más policías fascistas perturbando nuestra paz. No más apropiarse de nuestra libertad y nuestros derechos otorgados por Dios, fingiendo que es por nuestra seguridad». Eso dice la canción de Van Morrison. Algo que al consejero de Sanidad de Irlanda del Norte le ha parecido «peligroso», y que ha servido para que la inquisición obligue al cantante a cargar con el sambenito de «negacionista».
No sé qué problemas le traerá a Van Morrison una letra como esta en el Reino Unido. Pero siempre le quedará el recurso de escapar del brexit y venirse a España. Eso sí, en cuanto se apruebe esa anunciada reforma del Código Penal que sacará de la cárcel al rapero Pablo Hasel, a pesar de las condenas por enaltecimiento del terrorismo e injurias y calumnias a la Corona y otras instituciones del Estado. A su favor, en lugar de «policías fascistas» Hasel habla de «esos monstruos llamados policías», que puede interpretarse de modo más abierto. En su contra, que para insultar y calumniar utilizó más tuits que canciones. Y que sus canciones, y eso sí que no es opinable, nunca tendrán la magia blusera del Tigre de Belfast. Por fortuna, y a pesar de lo que dice el vicepresidente del Gobierno, nuestra democracia es tan democrática que permite incluso apuñalar, siempre que se haga con arte y sílabas contadas, a la propia democracia.
Los hosteleros no llegan a tanto. No acaban de sumarse, por más que a alguno no le falten ganas, a la letra de Van Morrison, pero que se quedan con la música. Y en lugar de con el sonido de la batería, se acompañan con el de los platos rotos. Esos que no va a pagar otro, parece, que no sean ellos mismos. Una imagen elocuente del despropósito en el que viven, abandonados por unos y sacrificados por otros sin una sola evidencia que justifique su condición de chivo expiatorio. Han hecho lo que les decían su gobierno y Chick Corea, cantar y llorar cuando se lo han mandado. Y el resultado es que un tercio de sus negocios ya no tendrá oportunidad de volver a cantar. «Trato de reconstruirme, / de hacerme como mi imagen. / ¡Ay nada queda! /Se me caen de la mano los platos rotos» escribió el gran Jaime Sabines, que si viviera hoy también habría sido señalado como negacionista, en su defensa acérrima de la libertad. 'Igual que los cangrejos', se titula el poema que contiene estos versos. Tampoco es mal lema para pensar en ello mientras esperamos los resultados de las elecciones catalanas de mañana. O mientras encontramos a alguien que nos cuele en la cola de las vacunas.
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