El planeta de Calleja
RINCÓN POR RINCÓN ·
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«Tras un confinamiento insoportable por momentos, un tipo fibroso y menudo, un personaje de León, quiere que todo el país recupere la sonrisa»A esta tierra le brotan personajes imposibles de encontrar en cualquier otro lugar. Crecen y se desarrollan entre mucha maleza y quizá por ello adquieren tanta fuerza que terminan siendo irreductibles a cualquier adversidad.
Uno de esos elementos tan singulares es Jesús Calleja, un tipo ... formidable, excepcional, que ha convertido León en una especie de santuario donde recarga la batería, reactiva y limpia la mente y toma impulso para lanzarse en plancha a su nueva aventura.
Calleja presume de su pasado, un asunto que no es menor cuando existe una extendida manía de convertir lo que uno fue en un oscuro elemento al que es mejor no acudir, como si solo hubiera que mirarse al espejo cuando todo brilla. Todo lo contrario, en este caso. Él fue peluquero, con todo el orgullo que acompaña a esta profesión y un poco más.
Con las mismas se hizo inquieto aventurero, temeroso si se quiere, y maduró esa condición en no pocas ocasiones asociada a los retos exclusivamente personales con un don de gentes fuera de lo normal. Es lo que tienen los cazurros que, cuando se muestran hacia el exterior y se dejan ver al natural, su capacidad para empatizar supera cualquier previsión. De ahí que el siguiente paso, casi por efecto gravitatorio, fuera la televisión.
No es fácil hacerse un animal televisivo porque en ese medio, en el que la sobreexposición casi es una condena a muerte, cada paso debe estar sumamente medido. Que Calleja tenga esa capacidad tan 'animal' evidencia su poder comunicativo, su tremenda habilidad a la hora de trenza un vínculo entre quienes están a uno y otro lado de la cámara. La tele, además, no admite medias tintas: o te quiere, o te odia. Y a este leonés le adora.
Atrapado en una espiral de riesgo y aventura, en la que cada giro siempre ha ido acompañado de un inquietante redoble de tambor, Calleja se ha lanzado de lleno a la que seguramente es la misión más comprometida de toda su carrera profesional.
Él, que ha llegado a la cima del Everest, él, que se ha empeñado en cruzar glaciares, él, que se ha metido en la boca del lobo, nadado junto a tiburones blancos y dormido bajo la zarpa de un león, hoy quiere conseguir un imposible, el mayor de los imposibles: se le ha metido entre ceja y ceja devolver la alegría a todo un país.
Tras una pandemia histórica, después de que el dolor alcanzara lo más profundo de cada corazón, tras un confinamiento insoportable por momentos, un tipo fibroso y menudo, un personaje de León, quiere que todo el país recupere la sonrisa.
Ése y no otro es el gran compromiso que le acompañará en la nueva temporada televisiva. Su helicóptero volará lo justo y su pasión por la tierra, la de toda España, viajará en autocaravana.
«Tenemos que vivir con lo que nos ha tocado. No nos podemos arrugar. Tenemos que salir adelante con ilusión, con ganas», ya ha advertido con esa vehemencia que lo inunda todo como un mar desbordado. Su periplo hoy se mueve en autocaravanas pertrechadas como casas rodantes y ha comenzado en su tierra, en Maraña, una mota casi perdida en el extenso parque de Picos de Europa, pero un punto de ensueño vital para quien lo visita. Sea en su casa, en A Veiga, en Arribes de Duero, La Sierra de Segura, Cazorla y Las Villas o en La Alpujarra, Calleja buscará lo que nadie se ha atrevido: conseguir que un país renazca de sus cenizas, lograr que el corazón palpite y provocar que al cerrar los ojos, el pensamiento camine hacia la felicidad.
Si ha habido aventuras arriesgadas, ésta es para enmarcar. El éxito de la misión no está garantizado pero la travesía, desde luego, merece la pena.
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