Tengo la sensación de que este país es una fiesta, por no decir un pitorreo. A pesar de que el año y pico transcurrido desde la pandemia debería parecernos inasumible, hemos pasado de disfrutar de las fiestas navideñas al puente de San José, de ... ahí a la inminente Semana Santa y luego al Día de la Comunidad, que cae en viernes y rozando el primero de mayo. Incluso los que no hacemos casi nada durante la mañana y por la tarde lo pasamos a limpio, no tenemos tiempo para organizar tanto asueto y pensar en las vacaciones de verano, que están a la vuelta de la esquina. Lo malo de este calendario tan favorable para pasar el año organizando escapadas es que las 'operaciones salida' de ahora ya no se miden por muertos o heridos en accidentes de tráfico, sino en brotes y muertos por culpa del covid.
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Si las cuentas no me fallan, dentro de cuatro días será Domingo de Ramos, que muchos convertirán en una disculpa para escapar y, ya puestos, para llevar el virus a otras partes o traérselo de vuelta a casa. No importa lo que digan los que saben de epidemias, contagios y nuevas variantes del bicho, o nos avisan del posible aumento del número de casos y posibles fallecidos. Lo que está claro es que, a pesar de la tozudez de las estadísticas sobre los riesgos venideros, antes de que pase una semana en multitud de hogares se escuchará eso de: «Tú, prepara las maletas que nos vamos de vacaciones». Con un par.
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