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El día 3 de abril me cobran el alquiler y todos los gastos fijos. Luego están las facturas por pagar de la mercancía y todo eso sin ingresos». Es el testimonio en forma de tuit de una autónoma española que, como otros cientos de miles, ... suman a la angustia por el coronavirus las enormes consecuencias de la paralización de la actividad económica. Ante la imposibilidad de generar ingresos, las decisiones que este martes adopte el Consejo de Ministros llegan tarde para paliar esa sensación de abandono que hoy sufren las empresas y trabajadores, especialmente pymes y autónomos, pero al menos deberían ser contundentes. En Francia, por ejemplo, ya han dejado claro que ningún asalariado perderá un céntimo, aunque tengan que trabajar en casa o se vean afectados por el parón de sus empresas. Si los empleadores no pueden pagar los sueldos íntegros, por la crisis generada por el virus, los asumirá el Estado.
La discusión económica de fondo en España, sin embargo, se va a mover entre arenas movedizas. Esta emergencia va a destapar muchas de nuestras vergüenzas y determinará en qué medida aquellos que nos hacen mirarnos siempre en el espejo de la cuarta economía del euro son ahora capaces de reconocer que nuestra situación económica, derivada de profundos errores cometidos en los últimos años, nos impide adoptar esas medidas contundentes con la misma velocidad que otros países. La pregunta es: más allá de las decisiones cosméticas, ¿hasta dónde puede llegar un país como España, donde se ha restado importancia al enorme déficit y deuda que acumulamos? Hoy tendremos algunas respuestas.
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