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La Cumbre del Clima llegó a su fin y la vida sigue bajo la amenaza de los cambios que tienen lugar debido a los cambios que no hacemos para ponerles freno. Este sujeto colectivo que incluyo en la primera persona del plural es algo así ... como una visión de la especie en su marcha conjunta, como si vistos desde fuera –desde los ojos de los dioses o de los alienígenas– se nos atribuyera en tanto que humanidad el camino autodestructivo por donde nos llevan quienes tienen decisiones con más peso. Me alegro mucho de que personas con gran influencia y una gran huella de carbono se hayan percatado de que pueden reducir la última y emplear la primera para mejorar las cosas, pero le puedo asegurar a Alejandro Sanz que mi huella de carbono es bastante pequeña y mi influencia es aún menor, salvo, tal vez, que me haga de 'Extinction Rebellion', ese movimiento global en el que destacan los jóvenes y el uso del arte, pero que fue fundado por dos madres de mediana edad en el Reino Unido.
¿Quiénes no se preocupan por sus hijos en las actuales circunstancias, salvo aquellos que, por vivir tras una barrera protectora de abundancia, pueden llegar a creer en la propia omnipotencia? ¿O quienes tienen una visión mágica del mundo en la que el calentamiento global no existe o es inevitable porque lo produce una nave alienígena que está alterando el medio terrestre para adaptarlo a las condiciones favorables a su especie, que no a la nuestra?
Se suele hablar de creer o no creer en el cambio climático; ambos términos no son equiparables. No se puede 'creer' en la emergencia climática de la que los científicos nos dan datos y pruebas a cada instante, no es un acto de fe: son hechos. 'No creer' en el cambio climático es tener una mentalidad mágica en la que uno cree en lo que quiere y sustituye los hechos por la fe, la ciencia por lo primero que se le ocurre, invocando la revelación divina o la visión profética. Quienes 'no creen' en el cambio climático o en su origen antropogénico suelen creer lo que les conviene a los grandes lobbys de los hidrocarburos, que andan por ahí difundiendo medias verdades y alguna que otra mentirijilla como hacía Melkor entre los elfos para llevarlos a la ruina.
La viceconsejera vasca de Medio Ambiente, Elena Moreno, ha vuelto de la cumbre con un «sabor agridulce»: se habla solo del fracaso en la regulación del mercado de carbono, dice, pero ha habido aspectos positivos. La decepción por la falta de acuerdo nos la han brindado los gigantes que empujan hacia atrás. Ahí suman Arabia Saudí y Rusia, grandes productores de oro negro y de gas natural, Brasil, con su Gobierno tan responsable, y la enorme fuerza de retroceso del Ejecutivo de EE UU, conducido por el partido Republicano, cuyas campañas y otros gastos corren prácticamente por cuenta de las industrias del carbón, el gas y el petróleo. Extraña coincidencia.
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