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Vuelven a entrar en la nevera, los funcionarios. Como lo hicieron hace diez años frente al otro virus, el del ladrillo. El signo de lo que se nos viene encima, empezando por el globo sonda del Gobierno: los días de ERTE podrían empezar a descontarse ... de los días de desempleo. Más cruce de navajas entre las banderías del alto mando. Y más precariedad. Lunes al sol.
Dicho está, con la esperanza de que nadie le dé mayor importancia, distraídos como estamos en la mascarada de las mascarillas en colegios y lugares públicos. Otra cosa es en privado. Los test españoles de detección del coronavirus son los que dan un mayor porcentaje de positivos. Y ya no sabemos si es que somos los que nos tomamos las cosas más en serio o los que menos. Si somos los que más nos contagiamos o los que mayor conciencia alfanumérica tenemos de que estamos contagiados. Y de que nos vamos a contagiar más... De incapacidades, insuficiencias, inoperancias y negligencias nada se dice. Estremece esta ley del silencio.
¿Que están peor en México, en Bolivia y en los Estados Unidos? ¡Faltaría más! De hecho, los únicos que crecen, y no sólo en estatura, son los chinos. Lo que les faltaba del mundo lo están terminando de escriturar. Aunque su apetito no parece suficiente para dar abasto a tantos excedentes como produce una economía global que ha dejado de serlo de repente. Esperan leyendo a Confucio a ver qué panorama queda por aquí después de la batalla de la peste. De momento, el consumo de vino a granel aumenta exponencialmente en nuestro país.
Las batallas oscuras de las vacunas y las anti vacunas, las obediencias ciegas y las desobediencias tontas nos empujan cada día un poco más hacia el camino de regreso a la Edad Media. Nos vemos en el mismo desamparo que en la última gran crisis, la de ayer mismo, cuando no sabíamos de qué lado nos venían las bofetadas. Seguimos sin saberlo, porque ahora las bofetadas se multiplican por diez. Separatistas y anti sistema se aplican estos días en quitarse la mascarilla para saltarse esas 'manifestaciones estáticas' que anuncias las autoridades catalanas para celebrar la Diada. Manifestaciones estáticas: he aquí un nuevo término a añadir en esta tendencia al oxímoron que nos desborda. Como la nueva normalidad de Pedro Sánchez. O la soledad sonora de San Juan de la Cruz. Pero con menos garbo. Contradicciones del alma, que decía Graham Green: «Nuestra pasión es rozar el borde vertiginoso de las cosas (…) el límite estricto entre lealtad y deslealtad, fidelidad e infidelidad».
De deslealtad e infidelidad han tachado algunos el plañir 'profundo' del presidente Sánchez ante la muerte del terrorista González Sola. En su día, cuando se murió Bobby Sands, el histórico integrante del IRA, tras una huelga de hambre en prisión, Margaret Thatcher declaró que recibía el óbito con flema y entereza: «Ni pésame ni lamentos», dijo. Quizás es así, sin pésame ni lamentos, como deberíamos estar pensando en trabajar en este último tramo del año, antes de que la incuria se termine de tragar lo poco que ya queda de nosotros. Si nos dejan. Porque la mascarada tiene, definitivamente, otros objetivos.
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