He oído decir que la política simplemente requiere de dos personas en una misma habitación. Por desgracia, lo ocurrido durante estos últimos días en España refuta esta teoría. Cada vez con más ahínco, queda patente que existe una fuerte correlación entre la falta de perspectiva ... y la propensión de un individuo a participar en la política. Defino aquí perspectiva como el rasgo que nos permite comprendernos a nosotros mismos y a nuestro lugar en el mundo. Los episodios vividos en la última semana, en medio de las crisis de salud y económica más profundas que recordamos, evidencian que la política se ha transformado en la promoción de intereses particulares sobre una base distinta al mérito.
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La perspectiva proviene de ser muy conscientes de nuestra propia mortalidad. En última instancia, en nuestra concepción de la muerte residen las respuestas a todas las preguntas que nos plantea la vida y, sin embargo, lo observamos como algo ajeno. Hasta que llega. Si intuyéramos que nos quedan pocos días de vida, como les ocurre a los centenares de personas que siguen ingresando en las UCIS, con toda probabilidad obviaríamos las discusiones insignificantes y las guerras intestinas por las poltronas y prestaríamos atención a las cosas que importan. Ese es el enfoque de la vida al que deberían someterse quienes nos gobiernan o desgobiernan. ¿Acaso hay algo más razonable?
A Ciudadanos solo le queda definir con qué cincel va a escribir su propio epitafio, pero solo deberían sentirse satisfechos los conformistas que atisban la realidad con prismáticos de cerca.
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