Las personas que sostienen el mundo
Fuera de campo ·
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Fuera de campo ·
Queda gente capaz de mostrar que el verdadero placer está en compartir, y en construir con otros, sin esperar más recompensa que el cariñoNo sé si se habrán dado cuenta, pero vivimos rodeados de falsa bondad, de sensiblería retórica, de buenos sentimientos impostados. Nos venden que el nuestro es el más justo y benévolo de todos los mundos que la humanidad ha conocido, pero la verdad es que ... hay más fariseos que auténticos samaritanos, más personas dedicadas a (auto) promocionarse como seres de luz que a hacer algo concreto que justifique, siquiera un poco, su impúdica exhibición de buena conciencia.
La verdadera bondad, la genuina generosidad, no es ruidosa, es humilde, no se vanagloria, ni se anuncia, disfruta de compartir los frutos de su esfuerzo con los próximos, y no se preocupa de recibir certificados oficiales de buena conducta. Y, sobre todo, es esforzada. Es capaz de sacrificarse y trascender su sacrificio anticipando los frutos de su trabajo, dándole un sentido.
Escribo todo esto pensando en una familia singular, la de los Cantero-Mato, que han montado en su finca de Villanueva de Duero 'El Palomar', un originalísimo espacio cultural –que al mismo tiempo es vivienda– dedicado a la tradición, a la raíz y a la amistad. La semana pasada organizaron una de sus periódicas jornadas de puertas abiertas, y permitieron que muchos cientos de personas invadieran su casa, disfrutaran de su comida y bebida, y gozaran de actuaciones de grupos de danzas y de folk, como Abrojo, que se sumaron a la fiesta con la misma gratuidad. Todo por el mero placer de compartir buenos momentos con los amigos, que, según pudimos ver, son legión. Sin cálculo, ni expectativa de beneficio, sin propósito oculto, ni esperanzas de ningún retorno que no sea el del afecto y el encuentro. Pura camaradería. El placer de estar con gente a la que aprecias, la satisfacción de ver que tú y los tuyos sois capaces de construir un espacio de encuentro y alegría. Nada más, y nada menos. Toda la familia involucrada en un derroche que la mayoría de las personas no repetirían, en el caso de atreverse a organizarlo una primera vez, y que los Cantero-Mato han convertido en tradición familiar.
Horas dedicadas a preparar y acondicionar el lugar para que pueda ser disfrutado; horas entregadas a limpiar y recuperar la normalidad. Y sin buscar promoción, ni más difusión que la que emana del boca a boca. Por ello temo que hoy, aquí, al contarles esto, quizás esté profanando un secreto que debería haber preservado a salvo de miradas impertinentes. Pero no he podido resistir la tentación de compartir con ustedes este pequeño milagro.
Y es que todavía hoy, cuando tantos exhiben un orgullo inflamado de autosatisfacción y superioridad moral por gestos, o palabras, que no les suponen nada, ni les cuestan nada, ni, en realidad, valen prácticamente nada…, incluso hoy, queda gente capaz de mostrar que el verdadero placer está en compartir, y en construir con otros, sin esperar más recompensa que el cariño. Son muchos más de los que pensamos. Son esa legión de hombres buenos anónimos que sostienen el mundo.
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