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Hace un mes la familia real británica hizo una reunión por «una crisis familiar». Sería lógico suponer que fue porque todos estaban horrorizados con el supuesto comportamiento de Andrés, el segundo hijo de la reina. Se sospecha que, durante décadas, ha fornicado en fiestas con ... numerosas niñas quinceañeras. En el pub de la esquina, unos dicen que la única diferencia entre el príncipe y Harvey Weinstein es que las muchas víctimas del americano eran adultas mientras que las del británico fueron menores de edad. De todas formas, parece que esa historia deprimente sobre el auto nombrado «héroe de guerra» no importa tanto o, por lo menos, no ha sido la razón para la tertulia casera.
No, lo que preocupa de verdad a la Casa de Windsor es que uno de los nietos de Isabel II quiere dejar el negocio familiar para buscar una vida nueva con su mujer, una actriz californiana, en los bosques de Canadá. Del tal llamado pedófilo, le han aconsejado no hablar con la prensa y, para castigarle, no han puesto banderas en los ayuntamientos del reino para celebrar sus cumpleaños, la semana pasada. Seguro que tanta dureza le hará pensárselo mejor la próxima vez que tenga ganas de salir de juerga con sus amiguetes de tan poca moralidad. La única duda es si su inteligencia está a la altura de la meta. Muchos creen que no y eso es una pena porque, en el nuevo mundo post brexit del último primer ministro de su majestad, la inteligencia está de moda, tanto que dan puntos por tenerla.
Andrew Sabisky era un joven consejero del gobierno. Ha tenido que marcharse por decir que los negros sacan menos puntos que los blancos en las pruebas de coeficiente intelectual, insinuando así que son más tontos. Por eso, dice, no se debería dejarles procrear. Es imposible medir la inteligencia con puntos, pero, si insisten en hacerlo, quizás podrían empezar a quitarles por estupidez. En el caso del mal peinado Boris Johnson, se restarían 40 por no saber qué es un secador de pelo, mas 100 por dar empleo a un racista que cree en ciencias falsas, como la eugenesia, lo que le convierte en uno de los grandes idiotas de nuestro tiempo.
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