Sabemos que Valladolid, como Zaragoza, es una ciudad piloto donde lo que sucede, aplicado a escala, sirve para interpretar lo que sucederá en España. Pero lo que no sabíamos, y seguramente no esperábamos, es que Valladolid, como Castilla y León entera, se pudiera convertir en ... un campo político de pruebas tan intenso para el panorama político nacional. Al menos no de la manera en la que ha ocurrido a lo largo de todo este proceso electoral que hoy culmina.
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El desfile de todos los líderes de todos los partidos políticos por todos los rincones de Castilla y León, el ansia viva con la que se ha hablado en Madrid sobre las cosas de la región, es algo inédito. No porque de repente los altos próceres de la patria hayan aprendido por fin a distinguir la 'y' de Castilla y León del guion de Castilla-La Mancha, sino porque interpretan que su destino, el de todos y cada uno de ellos, se va a poder visualizar de alguna manera según se resuelva mañana el conteo de nuestras urnas. Y, sobre todo, según se materialicen o se dejen de materializar los acuerdos entre partidos a partir del lunes. Confieso que he sentido mucha vergüenza ajena oyendo a algunos de ellos hablar de nosotros.
Desde ayer, sin embargo, por fin nos han dejado solos. Solos y en reflexión. Esperando a ver qué hacemos con nuestro voto en las ciudades, en los pueblos, en los paisajes de la región más extensa del país. En la más despoblada. Mirando qué alcance real tendrá el desinflamiento de Ciudadanos, el ascenso de Vox o la furia cantonal de los territorios olvidados. Calculando de qué manera lo que suceda aquí se podrá aplicar después allá. Solos con nuestra conciencia ante una nueva cita con las urnas.
Hoy toca hablar, una vez más, de la responsabilidad de los castellanos y leoneses ante el ejercicio material de la democracia, a través del voto. Del significado de acudir a las urnas, frente a la tentación creciente de menospreciarlas. De la necesidad de cumplir con el ritual de la democracia, que es lo verdaderamente importante, casi tanto como el resultado. Pero a partir de mañana, los que se marcharon el viernes a sus casas volverán a llamarnos. Volverán a ejercer desde sus despachos de Madrid toda la presión del mundo sobre los despachos de Valladolid, de Burgos, de Salamanca… Intentarán de nuevo decidir nuestro destino, como ya lo hicieron en las anteriores elecciones. Y lo harán, sin duda, si el futuro gobierno de Castilla y León se puede resolver sumando y restando votos entre los partidos con implantación nacional. Otra cosa será si al final, en las cábalas, se hiciera imprescindible el concurso de alguno de los partidos locales, cuya obediencia, para bien y para mal, en principio se debe exclusivamente a sus territorios.
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«El tiempo está a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados», canta Silvio Rodríguez en uno de sus temas más conocidos. De todas las incógnitas sobre las que meditar en esta jornada de reflexión, incluida la de si Vox, de obtener los votos suficientes, entrará o no entrará en el Gobierno regional, tal vez la de los partidos pequeños, las agrupaciones locales, los que nunca están en las agendas de los políticos de Madrid, sea la más relevante en esta cita. Ya sabemos lo que dio de sí la presencia en el Parlamento nacional de un partido como Teruel Existe. Lo que no sabemos todavía es hasta dónde puede llegar el peso de las opciones locales en un Parlamento como el de Castilla y León. Su margen de maniobra es el que es, pero lo cierto es que pocas veces orejas tan grandes han estado a la escucha de voces tan pequeñas. Muy pronto sabremos qué va sucediendo.
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