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Pequeñas grandes tragedias estivales
El espigón de Recoletos ·
«La inflación está haciendo mella: se compra menos, ni el turismo ni la fabricación de automóviles se han recuperado aún»Secciones
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El espigón de Recoletos ·
«La inflación está haciendo mella: se compra menos, ni el turismo ni la fabricación de automóviles se han recuperado aún»Con la ola de calor, España se viste de otanismo estos días, y uno se deslumbra de la raza entera, capaz de mirar hacia otro lado ante la perpetración de asesinatos de dos decenas infortunados en la valla mortífera de Melilla y de anotar el ... menú de Palacio, con su cóctel de marisco y su tacón fino. Porque continúa habitándonos el español ingenuo e infantilizado, exageradamente atado a la anécdota. Mientras, llega el alza de los tipos de interés que interesan a pocos tipos por aquí, olvidada ya la virulencia de la pandemia. El gasto de los hogares sigue por debajo de los niveles de 2019 y la brecha con la época precovid es de casi 1.000 euros, según la Encuesta de Presupuestos Familiares publicada anteayer por el INE, cuyo presidente Rodríguez Poo ha salido huyendo.
La inflación está haciendo mella: se compra menos, ni el turismo ni la fabricación de automóviles se han recuperado aún. Y el Banco de España, a partir de los registros mercantiles, señala que las empresas no se han restablecido, con números peores que antes del coronavirus. Así que el presidente se marca una peli de anfitriones de la OTAN, eligiendo estas horas de deshora de España, para hacerse presente en el panorama internacional y yo con estos pelos. La realidad económica del país, que poco parece importarle, irrumpe en la prensa libre en su realidad fantasiosa y protocolaria, en las alfombras y el oropel monclovitas, donde reinan la abundancia y la mayordomía, los vestidos y el pase de modelos consortes.
Sánchez, con su puesta en escena irreal, está destrozando su propio mito, incluso entre quienes lo amaban por aquí. Aunque en las teles piensan que se ha escapado de Mad Men o de un desfile de Emidio Tucci. Va, pues, camino de convertirse en el hombre de la razón vulgar del telezapping. Y urge ya cambiar de cadena. Por la cuenta –las cuentas– que nos trae, Amore.
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