La vivienda es, ante todo, un derecho humano esencial. Así lo proclama la Declaración Universal de Derechos Humanos y lo reafirma la Carta Social Europea, que obliga a los Estados firmantes, como España, a garantizar el acceso a una vivienda digna y adecuada para toda ... la ciudadanía. Sin embargo, aunque este derecho está recogido en el artículo 47 de la Constitución Española, su desarrollo legislativo, como demuestra la nueva Ley de Vivienda, se ha quedado en una mera declaración voluntarista sin establecer obligaciones reales. Esa laxitud provocó que UGT presentara, en octubre pasado, una reclamación colectiva ante el Comité Europeo de Derechos Sociales (CEDS). En ella denunciamos el incumplimiento del derecho a la vivienda en España, exigiendo que deje de ser un compromiso incumplido y se transforme en un derecho exigible ante los tribunales de justicia, en caso de que no sea efectivamente respetado, y garantizado, por las distintas administraciones públicas.
El acceso a la vivienda está estrechamente ligado al poder de los salarios. Según un informe reciente, en 2023 los españoles destinaron de media el 43% de su salario bruto al alquiler, superando con creces el límite del 30% recomendado por los expertos. Para la población joven, la situación es aún más alarmante: una persona joven de entre 16 y 29 años debería destinar el 92,1% de su salario para alquilar una vivienda en solitario. Este dato refleja no solo la imposibilidad práctica de acceder a una vivienda digna para las generaciones más jóvenes, sino también las barreras que enfrentan para emanciparse y formar sus propios hogares, agravando la precariedad y las desigualdades sociales.
En este contexto, el auge de los pisos turísticos ha añadido una nueva presión al mercado inmobiliario, especialmente en las zonas más tensionadas. Ciudades como Madrid, Barcelona, Málaga o Valencia, que reciben un alto volumen de turistas, han visto cómo una gran parte de su parque de viviendas se destina a alquileres turísticos de corta duración, reduciendo aún más la oferta de vivienda para residentes permanentes y disparando los precios en los barrios más demandados. Esta realidad no solo encarece la vivienda para las personas trabajadoras, sino que también contribuye a la gentrificación y al desplazamiento de las comunidades locales.
Las cifras de exclusión habitacional, en un contexto de aumento generalizado de precios, escasez de vivienda social y proliferación de pisos turísticos, colocan a España muy por detrás de nuestros vecinos europeos, lo que perpetúa las desigualdades. Una sólida política de vivienda social no solo corregiría estas diferencias, sino que sería fundamental en situaciones como las de los afectados por la DANA en Valencia, quienes necesitan soluciones habitacionales inmediatas para reconstruir sus vidas. La vivienda social puede desempeñar un papel fundamental en la recuperación de las personas afectadas por desastres naturales y en la prevención de su exclusión social. Si entendemos la vivienda como un derecho humano básico, corresponde al Estado, en su conjunto, garantizar su restitución inmediata cuando un desastre natural imposibilite su uso.
La vivienda es un factor de cohesión social y un pilar básico del Estado de bienestar. Un acceso garantizado y justo a la vivienda refuerza la integración comunitaria, disminuye las tensiones sociales y fomenta la estabilidad económica. No actuar sobre esta crisis no solo perpetúa la desigualdad, sino que socava la estructura misma de nuestra sociedad. Es imprescindible devolver la esperanza a la juventud y a quienes carecen de recursos. No podemos permitir que la falta de políticas efectivas en materia de vivienda alimente discursos extremistas y negacionistas que amenazan nuestra convivencia.
Nuestro país tiene ya amplios sectores de la población sin una solución habitacional adecuada. Por ello, es imprescindible que se establezcan mecanismos que conviertan el derecho a la vivienda en un verdadero derecho justiciable, y que proporcione, además, seguridad jurídica a los pequeños tenedores, que deben tener asegurada el uso de su propiedad. El Estado central y las comunidades autónomas deben actuar como garantes, promoviendo una oferta suficiente de vivienda asequible y social. Esto incluye regular los alquileres en zonas tensionadas, aumentar la construcción de vivienda pública y abordar el impacto de la especulación inmobiliaria y los alquileres turísticos descontrolados.
En el 44º Congreso Confederal, UGT ha reafirmado su compromiso con el derecho a la vivienda como un eje central de su acción sindical. Este espacio ha servido para consolidar nuestras propuestas, situando el acceso a la vivienda digna como un pilar fundamental para mejorar las condiciones laborales y la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras. En nuestras resoluciones, exigimos un compromiso político sólido que haga de este derecho una prioridad real y tangible, promoviendo un modelo social en el que la vivienda deje de ser un sueño inalcanzable para convertirse en una garantía efectiva. Si queremos construir una sociedad más justa e igualitaria, el acceso a una vivienda digna no puede ser negociable. La solución a este desafío no solo es posible, sino imprescindible.
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