Peor que el trilero son los que le acompañan, los que le sirven de capote para burlar al desprevenido, los que justifican que la bolita nunca esté debajo del cubilete elegido por la víctima y la animan para que siga apostando. El trilero está para ... engañar y los que apuestan con él y lo desafían es porque quieren ser engañados. El trilero necesita de los moscardones y, lo vemos en todas las ferias, no faltan ganapanes que, sin ignorar el peligro, todavía, año tras año, desafían al trilero y a sus secuaces, con la ilusión de encontrar una bolita que no está debajo de ningún cubilete. El que juega o vota a un trilero, trilero quiere.
Pedro Sánchez es como el trilero que pone mesilla en los aledaños de los recintos feriales. Está programado para el engaño, para la mentira y para el trueque estrafalario, porque lo único que persigue es el beneficio inmediato. Como trilero no piensa en el mañana y su objetivo es sortear la dificultad del día. Ya conocemos al divo, lleva años repitiéndose y solo engaña a los que quieren dejarse engañar, pero hay que reconocerle que, en su mal, es coherente por repetitivo. No engaña quien engaña siempre y es sincero el que miente en cada ocasión. Solo los gilipollas XXXXL se dejan engatusar por el trilero. ¿Sarna con gusto no pica?
Un experto constitucionalista argumentaba que, entre los retoques que la Constitución necesita, está el de arbitrar una especie de 'impeachment' a la española, un procedimiento, rápido, para apartar de la toma de decisiones a los que mienten o caen en dejaciones que balcanicen a España, pero que no es posible porque eso lo tendrían que aprobar los que precisamente quieren trocearla.
Pedro Sánchez no puede evitar ser como es porque va en su naturaleza. Carece de límites, no tiene principios, ignora la mesura, se comporta como un irresponsable, es osado y miente porque no tiene más remedio. Políticamente es un desalmado sin capacidad para valorar las consecuencias de sus actos. Carece de respeto y de temor, pero en él esa perversión continua es una atenuante, porque siempre hace lo mismo: traiciona, miente, engaña… Y morirá mintiendo y engañando, porque no puede evitarlo. Ponerle un stop con principios éticos, morales o patrióticos es perder el tiempo, porque son limitaciones que él no entiende.
¿Por sus intereses personales necesita burlar a la Justicia? Lo hace. ¿Tiene que pagar peaje indultando a delincuentes o suprimiendo el delito de secesión? Sin problemas. Y si dan otra vuelta al torniquete, suprime la malversación con ayuda de secesionistas, terroristas, separatistas y malversadores que han descubierto el filón de hacer un código penal a su medida. A él le da igual, para él son minucias, frenos de pusilánimes. Pero ¿y los deditos que hemos elegido como diputados, siempre dispuestos a pulsar la tecla que se le dice? ¿Y los sinvergüenzas capaces de venderse y de traicionar a los que los votaron, para conservar las canonjías del escaño?
¿Y los que, teniendo principios y yendo por la vida de almas pías, se alinean con Pedro Sánchez para justificar sus desvaríos? ¿Y los que traicionan sus ideas, el pueblo que los eligió, la familia, a sus vecinos? Mansos que demuestran ser tan desalmados como el desalmado, pero más cobardes y más acomodaticios. Pedro Sánchez es Pedro Sánchez, pero los demás no son ni ellos mismos.