Peor de lo que parece
La carta del director ·
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La carta del director ·
Yo, desde luego, me hago a la idea de que, como poco, vivimos en un clarísimo nivel 2, es decir: «En riesgo medio»Este fin de semana estrenamos en la comunidad una restricción limitada al ocio nocturno y las peñas por el ascenso en vertical de la quinta ola de la pandemia mundial por coronavirus. La Junta de Castilla y León, puesto que el Gobierno de Pedro ... Sánchez, que sigue a lo suyo, no acepta su propuesta de un toque de queda de imposible encaje legal fuera del estado de alarma, optó el jueves por tocar los aforos de uno solo de los más de 30 sectores sobre los que la administración autonómica puede actuar, según el acuerdo 46/2021 del 6 de mayo pasado, que es el que rige los niveles de alerta, prevenciones y restricciones. También ha recomendado que se eviten los eventos multitudinarios. Considera que la causa está en la población joven y su impacto debería atenuarse con esa medida. En 14 días, según explica el acuerdo publicado el viernes pasado en el Bocyl, revisará la decisión. Mientras tanto, seguimos en nivel de riesgo 1 en todas las provincias y en la región. Intuyo, no obstante, que pronto se tendrán que aplicar nuevas limitaciones. Porque no es verdad que las nueve merezcan ese indicador mínimo de alerta. Veamos por qué.
El acuerdo del 6 de mayo da un protagonismo absoluto a la diferencia entre cuatro estados de riesgo o alerta, de 1 a 4: de menos a más peligroso. Decretar uno u otro nivel, como comunidad autónoma o como provincia –ahí se deja a criterio de la Junta que particularice niveles o no– depende del cumplimiento de una serie de condiciones. Se toman como referencia seis datos de incidencia y control de los contagios (bloque 1) y otros dos relacionados con la presión asistencial en hospitales (bloque 2). Superar determinados niveles en al menos dos del primer bloque y en al menos uno del segundo es lo que causa la elevación del nivel de riesgo. Esto es así para toda España.
Pero resulta que esta nueva ola es muy diferente a las anteriores. Está impulsada por una variante del patógeno, la Delta, un 60% más contagiosa que la primera. Se transmite especialmente a través de jóvenes y adolescentes que, sin protección vacunal, a su vez provocan una mayor interactividad social. Por eso impacta mucho más sobre la atención primaria –cuyas tensiones no mide el bloque 2– que sobre la hospitalaria, ya que mucha población mayor, más vulnerable, ya está vacunada. Como esta nueva ola no produce especiales consecuencias en los hospitales, la Junta pudo mantener el nivel de riesgo uno, tanto en la región como en las nueve provincias.
La realidad, siempre compleja, es que ya el viernes León y Burgos registraban cuatro de las seis condiciones del primer bloque con riesgo muy alto. Y Palencia y Zamora, otras tres. De hecho, la autonomía en su conjunto mostraba todo el primer bloque en riesgo medio, alto o muy alto. Estamos peor de lo que parece. Por eso lo coherente hubiese sido declarar al menos un nivel 2. La norma permite modular las medidas aplicables, independientemente del nivel de alerta que se decrete. Una cosa es restringir más o menos actividades –insisto, extremo que nuestros gobiernos pueden manejar– y otra muy distinta no decirle a la gente en qué nivel de riesgo real nos encontramos. Por ejemplo, el viernes la tasa de incidencia a 14 días en Burgos triplicaba la cifra que señala el riesgo muy alto... Y a pesar de corresponderle un nivel de alerta 3 de color marrón, siguió anclada en un engañoso nivel 1 naranja.
Resumiendo. Según los niveles de contagiosidad que presentan todas nuestras provincias, según el evidente descontrol de la trazabilidad de los casos y la positividad de las pruebas, toda vez que hay dos datos relacionados con la población mayor de 65 –vacunada– en el primer bloque de indicadores que van a estar contenidos, parece en exceso optimista mantener que Castilla y León está en nivel 1, es decir, en un «riesgo muy bajo o bajo con brotes complejos o transmisión comunitaria limitada», como establece la norma. Yo, desde luego, me hago a la idea de que, como poco, vivimos en un clarísimo nivel 2, es decir: «En riesgo medio, transmisión comunitaria sostenida generalizada con presión creciente sobre el sistema sanitario».
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