![El Pilar y Hernán Cortés](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/10/04/1472775061-ksAB-U22014154490636gF-1200x840@El%20Norte.jpg)
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La presidenta mexicana Sheinbaum acaba de señalar al rey español como vetado porque debe pedir perdón por las atrocidades de la invasión americana. España ha contestado que la llegada, hace 500 años, de los españoles a las tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz ... contemporánea. Que no se debe vetar ni culpar al rey.
México y España, más que airear culpas políticas, deberían revisar su contrapuesta interpretación de la historia de América y poner más ánimo de respeto y conciliación. Lo tratamos ahora porque tiene estrecha relación con nuestra próxima fiesta nacional, que también España debería mejorar.
Las guerras, cruzadas, conquistas, invasiones, expulsiones, colonizaciones, vasallajes de lengua o sujeciones de religión de la historia no transmiten las culpas jurídicas de los héroes a los políticos sucesores de los vencedores. La obligación de Felipe VI no es admitir como propia la posible culpa de Hernán Cortés, sino reconocer los errores pasados cometidos y evitar que la historia de los vencedores los justifique u oculte para restar identidad y valor a los pueblos originarios conquistados o convertidos.
Todos los centenarios del descubrimiento de América exaltaron a España por este acto mítico de civilización que cambió el mundo e incorporó América a la historia de Occidente. El IV centenario de 1892 creó la historia americanista, ensalzó descubridores, creó héroes, cantó la cristianización, se enorgulleció por extender la lengua castellana y alabó la capacidad expansiva de la raza española. También el viejo imperio español fue exaltado por el V Centenario, Expo Universal y Olimpiada de 1992.
La exaltación se resumió en el concepto de Hispanidad extendido para ser reconocido y agradecido por las repúblicas americanas. Lo elaboraron Maetzu, Gomá, O.Redondo, Morente, Artajo, Consejo de la Hispanidad (1940), Instituto de Cultura Hispánica (1946) y lo asimilaron carlistas, tradicionalistas, jonsistas, falangistas y nacionalcatólicos.
En efecto, la historia debe narrar las grandes aportaciones de los hispanos en lengua, religión, cultura e instituciones políticas al territorio americano. Ellos sabían cómo debían hacerlo por algunas bases del derecho internacional escritas por Bartolomé de las Casas y la Controversia de Valladolid. Pero la historia de los vencedores no narró las mutuas violencias, ofensas, destrucciones, apropiaciones y persecuciones de los pueblos originarios. Apagaron sus raíces lingüísticas, diluyeron sus religiones, cayeron sus instituciones políticas, utilizaron la esclavitud, no respetaron sus derechos y hábitos originarios, emplearon sus recursos naturales y mano de obra y no valoraron el alcance matemático, marítimo, astrológico, artístico y religioso de su patrimonio.
El presidente Obrador, al cumplir 200 años de la Independencia de México, con acritud y algunos conceptos no bien aplicados, escribió que «Hernán Cortés, al fundar la nación mexicana (sic) en 1519, fue tremendamente violento, doloroso y transgresor, con agravios, crímenes, atropellos, saqueos, imposición religiosa y cultural y vulneración de derechos individuales y colectivos, con la anuencia de la Corona española. El Estado español ha de ser responsable histórico de esas ofensas y ofrecer disculpas o resarcimientos políticos para la reconciliación histórica». Recordó que a cambio México fue aliado solidario y destino generoso para españoles republicanos en la guerra civil.
Existe un movimiento amplio en las repúblicas latinoamericanas para revisar la historia de los descubridores y centrarse en las raíces indígenas de sus comunidades originarias. Pretenden conocer la religión, cultura, derecho, escritura, música, arte y economía de mexicas, mayas, apaches, aztecas, mapuches, dakotas, incas o diaguitas. Rechazan el nombre de indio por etnocentrista, nacido de la errónea idea colonizadora de la costa oriental de la India, y por negativo para la identidad americana. Como ellos, también Sheinbaum ha propuesto reconocer a sus pueblos originarios, respetar sus identidades y renovar su memoria.
Con menos agresividad y con mejor comprensión de los tiempos históricos, los historiadores españoles también deberíamos revisar la historia de vencedores y rechazar la falta de respeto y atención que algunas conmemoraciones hispanistas han tenido con las culturas americanas precolombinas.
Entremos en la honda relación de la historia americanista y la Hispanidad con nuestra fiesta nacional del Pilar del 12 de octubre. Se impuso una visión mesiánica de España, de tradición jacobea, como elegida para ser madre patria de sus hijas americanas. Fue providencial que sucediera en la fecha del Pilar, se hizo patrona de España y su altar paternalista se rodeó de 20 banderas americanas. En 1918 se implantó el Pilar como Fiesta Nacional, también denominada Día de la Raza y de la Hispanidad. Fue un acto castrense con desfiles militares. Desde 1936 estimuló las esencias patrias hispánicas hasta exhibir al legionario y su mascota. La fiesta nacional ha continuado hasta hoy desde la ley de 1987.
Por todo ello, no solo necesitamos revisar nuestra historia americana de vencedores, también precisamos una fiesta nacional laica, ciudadana, sin tanto participación religiosa ni militar, sin racismo ni referencia colonial a América. Debe celebrar la nación española la convivencia común y plural, la solidaridad e igualdad de todos los españoles, en torno a la Constitución de 1978, el 6 de diciembre.
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