En Castilla el concejo fue más influyente que la región. Conviene mirar en los alcaldes sus profundas raíces históricas: municipio romano, alcalde árabe, fuero y concejo medieval, regidor moderno, cantón federal y ayuntamiento constitucional. Así nació el poder primario más representativo y soberano de los ... ciudadanos. Contra el absolutismo y la dictadura, lo democratizaron varias generaciones: Cádiz, liberal moderada/progresista, cantonal federal, propietaria conservadora, liberal regeneracionista, republicana y democrática.
Publicidad
Veamos la generación propietaria conservadora cuya ley municipal, de viejos moderados y unionistas, no era democrática. Centralizó, burocratizó y asfixió al ayuntamiento con la tutela del Estado y la influencia de caciques y mayores contribuyentes, que desde la junta municipal aprobaban su presupuesto.
En 1877 no había sufragio universal masculino, comenzó parcial en 1890 y se amplió en 1907. Sólo votaron cabezas de familia, mayores de 25, residentes 4 años, altos contribuyentes, empleados públicos y titulados. En Valladolid apenas mil votantes lo hicieron bajo el caciquismo y clientelismo.
Los concejales carecían de capacidades, no elegían alcalde, que era nombrado por el rey en capitales con 6.000 habitantes. El gobernador podía suspender sus órdenes y destituirlo. Es decir, representaba al gobierno y no a la sociedad local.
Publicidad
Su economía era insuficiente y sujeta al fisco del gobierno. Dependía de los impuestos indirectos sobre artículos necesarios, contra los gritos ¡Abajo puertas! ¡Abajo consumos! Sus déficits eran crónicos, aquí llamaron «Pradillo de Sebastián» al recurso para solucionarlos.
Los alcaldes entre 1875-98 fueron hombres de negocios interesados más en solucionar el orden político que las carencias sociales de la crisis agraria. De familia tradicional, tenían débil identidad ideológica y menos sensibilidad social que los progresistas pasados. Sin turno general, fueron 13 conservadores y 5 gamacistas, que desde 1881 padecieron irreconciliable tensión. Destacaron Gardoqui, Íscar, Pardo, Velarde Mota y Concellón.
Publicidad
Miguel Íscar era hijo y pasante del escribano de Matapozuelos, con pequeño patrimonio rústico. No hizo carrera universitaria. Casó con la hija de un naviero santanderino, donde residió entre 1857-62. Luego se relacionó con lo más florido de Valladolid: M.Perillán de El Norte, A.Guerrero fabricante, promotores del Teatro de Calderón, financieros de Crédito Castellano y Unión Castellana. Sus biógrafos no encuentran en él actividad cultural.
En 1871 fue candidato progresista a la Diputación. Militó en el liberalismo unionista de O`Donnell, marqués de Tetuán. En 1877, su padrino M. Miguel de Reynoso, exministro de fomento, lo propuso alcalde para apoyar a los contribuyentes y acrecentar la riqueza de la capital de Castilla. Lo respaldó El Norte y obtuvo 284 votos frente a los 43 de Gardoqui. Fue alcalde notable en tres años y medio, pero de una generación sin cultura municipalista, cuya ley municipal no respondía a las nuevas demandas electorales, hacendísticas y populares.
Publicidad
Su muerte repentina movilizó a 25.000 espontáneos, la mitad de la ciudad, según el cronista, en un cortejo fúnebre noble, grandioso, conmovedor y agradecido. Lo homenajearon con placas en mercados, el nombre de la calle que canalizó la Esgueva, un busto austero y la Fuente de la Fama.
Realizó destacadas obras urbanas de servicios de consumo y sanidad popular y de ornato burgués, más en interés de los contribuyentes que de los jornaleros. Terminó el matadero en el Prado de la Magdalena y cubrió la Esgueva en las calles Doctrinos y Rastro. Trajo las aguas del Duero y arregló las plazas de Poniente, Tenerías, Trinidad y del Museo. Gestionó construir el Hospital Provincial y la Facultad de Medicina. Construyó los mercados del Val, Campillo y Portugalete (las obras del Val fueron denunciadas y paralizadas por un concejal republicano). Edificó el nuevo ayuntamiento, aunque no lo acabó antes de morir. Tampoco logró los proyectos del paseo cubierto de Recoletos ni de la avenida entre Plaza Mayor y San Pablo.
Publicidad
Destacó su reforma del Campo Grande que García Valladolid llamó costosa y hermosa. Allí se levantó con impuestos populares la Fuente de la Fama, con los pies en el suelo para que una trompeta lanzara a las nubes el agua de su memoria. Como se decía de otra igual de Madrid, Dios la quiso, el rey la mandó y el pueblo la pagó.
Íscar mostró algo de autoridad, sufrió críticas y levantó conflictos en su alcaldía. Se discutió su candidatura por no ser vecino del distrito. Se enfrentó con el alcalde Gardoqui. Se le denunció por no pagar la cuota necesaria para ser elegible. Se ausentó de las sesiones durante meses. La Crónica Mercantil (Íscar dijo que no lo leía) le acusó de favorecer a familias privilegiadas, como J. Alzurena y L. Álvarez. El gobernador le exigió disculparse por ofender a un concejal. Luego una minoría de concejales se retiró por disputar con él. También reprobó su gestión y se sintió agraviado el concejal César Alba, padre de Santiago Alba.
Noticia Patrocinada
Sus mercados aumentaron la higiene pero también el precio y los impuestos de los alimentos básicos. Avanzó la sanidad urbana al abastecer de aguas a Valladolid, canalizar la Esgueva y promover el Hospital y la Facultad de Medicina. Aunque buscara favorecer a contribuyentes, mejoró el urbanismo de plazas, parques y edificios oficiales. Un buen alcalde en un mal ayuntamiento. Su mayor mérito fue hacerlo con las limitaciones electorales y económicas de la ley municipal de la Restauración que le impedían a él y al ayuntamiento ser representativos.
0,99€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.