Parece mentira, pero la civilización humana aún no ha podido paladear las mieles de la paz, entendida como la ausencia de conflicto. La discordia es inherente al existir porque resulta sencillo vestir de razones cualquier postulado con tal de declarar la guerra al prójimo. Ya ... no quedan Gandhis ni de andar por casa.

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En general, hay mucho Putin a pequeña escala y no hace falta tener en tu poder el botón nuclear para ir arrebatando la estabilidad de quien te rodea. Es otra manera de declarar la guerra, en la distancia corta. Somos por naturaleza bélicos.

Cuando hablamos de paz en un estado democrático también nos referimos a la voluntad de alcanzar acuerdos y procurar el entendimiento. No parece difícil, ¿o sí? Hoy incluso está de moda echar por tierra los grandes consensos. La paz social se ha convertido en un lujo asiático. Atrás quedará la alargada sombra de una comunidad que logró blindar por ley el Diálogo Social y que hoy Vox se ha empeñado en reescribir. Rechaza el éxito del modelo que más confianza da a los empresarios, que, por cierto, no son sospechosos de nada.

No veo la razón de tan despiadado estrangulamiento. No la veo cuando se ha probado la eficacia de una herramienta que ha permitido en dos décadas un nivel de concertación envidiable que otros copian. Los acuerdos no son discrecionales, están justificados. Cerrarse en banda evidencia una clara incapacidad para la política de altura, así que tanta paz lleves como descanso dejas.

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