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Estos días que la serie 'Patria', basada en la genial obra del escritor Fernando Aramburu, devuelve a la memoria colectiva los estragos y la devastación –física y moral– que propiciaron durante décadas el terrorismo etarra en España, he recordado también otra serie televisiva de ... HBO estrenada el año pasado: 'Our Boys' ('Nuestros chicos'), un drama que recrea la investigación emprendida por los propios servicios de seguridad de Israel tras el asesinato de un adolescente palestino por jóvenes israelíes extremistas en lo que, aparentemente, era una venganza por el previo secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes a manos de terroristas de Hamás. Acción y reacción.
No pretendo juzgar ahora las razones o motivos del enfrentamiento histórico entre Israel y Palestina. Respecto a aquella serie, lo que de verdad llamó mi atención fue la manera en que desentrañaba y reflexionaba sobre los mecanismos que sustentan el terrorismo. Me refiero a la explicación psicológica acerca de cómo –y sobre todo de por qué– una mente sana puede transformarse en la mente de un asesino.
Es sabido, como demuestra 'Patria', que no se trata de meros 'lavados de cerebros', propios de sectas o entidades fanatizadas. En ese proceso operan factores personales, familiares, comunitarios… vinculados antes que al desarrollo económico de un determinado país, a la degradación moral de la propia sociedad y de algunas de sus instituciones. Ámbitos donde te empujan a mirar para otro lado por miedo o por interés.
En el caso de 'Nuestros chicos', la investigación se centra en los familiares del adolescente palestino asesinado y sobre todo en el entorno de un rabino y de los asistentes a una 'yeshiva' (escuela talmúdica).
La noche en que el joven extremista, alumno de la 'yeshiva' y un tío suyo, recorren en automóvil la ciudad, buscando a cualquier chaval palestino que encuentren a su paso, se produce uno de los momentos decisivos de la historia. Tras un primer intento fallido, el tío reconviene al sobrino por no haberse atrevido a ejecutar la acción: «Compadecerte de ellos es una debilidad», le advierte. «El miedo es otra cosa, pero tienes que superarlo», concluye el tío. Esas palabras me parece que revelan algunos de los axiomas básicos de toda mentalidad terrorista. Entre otros, resumen el rechazo profundo, radical, innegociable, a cualquier posibilidad de empatía y menos aún de compasión. De esta forma, «compadecerte de ellos es una debilidad» se convierte en una especie de primer mandamiento del extremismo, en el dogma supremo para aquellos que fundan su apuesta en el odio, en el desprecio al otro, a quienes no son 'de los nuestros'.
Los españoles de cierta edad que guardan memoria de esa devastación tan fidedignamente reflejada en 'Patria', saben bien las consecuencias que acarrean el odio y la intolerancia extremista. ¿Mi esperanza? Que se recuerde asimismo lo que hace veinte siglos advirtió Cicerón: «De humanos es errar y de necios perseverar en el error». La historia como maestra.
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