Cuando escuché las palabras de Otegi sentí como cuando un caramelo de menta intensa reparte el frescor desde el paladar a los pulmones. Su voz tenía un matiz de sinceridad indiscutible, y me agarré a esa punta del hilo rojo que dicen que une el ... destino de todos aquellos que están llamados a encontrarse en la vida. Antes de celebrarlo, me paré a reflexionar; la política es perversa, no tiene alma, y en el recorrido de mi vida periodística he visto a personajes políticos adorar a dioses diferentes sin que se les moviera un músculo de su sincero fervor. Me pasó casi lo mismo cuando vi a Felipe González abrazando a Sánchez para que los medios de comunicación dijeran aquello de que aquí paz y después gloria.

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La vida en el País Vasco, sus heridas, están demasiado cerca en el tiempo y se han ido cerrando, las más de las veces en falso, porque la hemorragia era incontenible y había que elegir entre la vida o la muerte, pero todos llevamos un luto apestoso en el alma. Las víctimas primero, los periodistas, los pensadores, artistas y todos los ciudadanos que pasaron años escoltados o temiendo por sus familias, todos los que no dejamos nuestra tierra a pesar de los empujones, nos mordimos la lengua y avanzamos sin tener una memoria común, nos tragamos y cojeando volvimos a sentarnos en Navidad, con la cuadrilla, con la prohibición expresa de no hablar de política. Hemos demostrado un coraje moral del que debemos estar orgullosos y estamos dispuestos a aceptar el reconocimiento de los errores y atrocidades cometidas, pero no creo que podamos soportar la verdad a medias.

Este verano, bajo un cielo mediterráneo y cálido, yo confesaba entre amigos que tenía una herida, un dolor inespecífico que despierta cuando el bicho ronda los titulares de los periódicos y la dialéctica camufla la verdad. Me habría gustado poder creer a pies juntillas en las palabras que dijo Otegi, en el plano emocional el dolor nos iguala, pero siguió hablando. Se nombraron los presupuestos, los apoyos que necesita el Gobierno, las coaliciones políticas futuras, la izquierda desencantada, la derecha sin cabeza y Otegi, un hombre con las ideas claras, sabe que si saca a sus presos de la cárcel tendrá un reconocimiento que la izquierda abertzale podría valorar en las urnas.

Los que vivimos lo peor de la historia de esta maravillosa tierra sabemos que el apoyo al Gobierno lleva unas contrapartidas, quizás este tendría que plantearse el largo plazo de sus concesiones. De momento, por mucha influencia que tengan nuestros diputados y para poner un poco de ironía sobre el tapete, no hay rastros del AVE.

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